54. UNA HISTORIA PARA NO DORMIR. EL SECRETO DE LA MUERTE. EL SECRETO DE LA VIDA

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4h52min. Vi una liebre mientras me encontraba en el campo, cruzó veloz por delante de mis ojos mientras me liberaba de mi carga en cuclillas y , en la lejana orilla del embalse de La Grajera, me preocuparon por un instante, y por eso mismo, los pescadores del amanecer, los había dejado atrás hacía un buen rato, porque abandonaba Logroño la primera, como en la vez anterior, a la misma hora, esta misma hora, la noche de las cinco de la mañana… y tardé en ver este campo, del que estaba necesitada, iba escuchando a Vivaldi, incesantemente en el Invierno y luego en la Primavera, sobre mi pecho, sin auriculares, que un peregrino, al que no alenté a caminar conmigo me agradeció, porque eso fue al amanecer y era tan hermoso el instante del mundo entonces… tanta belleza en el paisaje y por eso del camino, así que al abandonar el campo, como tenía previsto, ya sí me coloqué los auriculares y me conecté con la conferencia que había previsto para ese trecho, porque si quieres caminar en la noche, caminar y sentir que conoces el camino, lo mejor es conocerlo, porque no son todas las sensaciones de la vida las que uno anhela conocer sino las mejores.

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Y yo ese camino lo conozco bastante bien, porque si lo realizas con una vez que lo realices, la experiencia sienta tu precedente, y a partir de ahí puedes conjeturarlo. Ahora, no saber de qué estamos hablando, ni siquiera te ayudará con tu propia intuición. Porque eso no se enseña en las escuelas, a prestar atención a lo que giró tus caderas en aquella precisa esquina, que eso es lo que reconoces en las discípulas como yo. Pero aunque esa línea última, tras la breve pausa, no fue la que yo pensé, es como dijo el poeta, alguien la escribió por mí al equivocarme yo. Y voy con Carlos en los oídos, en el Barrio de Salamanca, es decir, la Fundación Juan March. En aquella conferencia suya del ciclo de conferencias del envejecimiento, que también te comenté que había escuchado la de María Blasco, aunque todavía tengo pendiente la de no sé qué filósofa, como yo filósofos sólo llamo a los de verdad. Y no era la primera vez, te lo reconozco, aunque por ello sea vergonzoso lo que voy a contarte, porque la tarde en Orisson la dichosa bruma, al trepar como el aliento espectral del paisaje, por las verdísimas laderas de la montaña pirenaica, me envolvió y me desenvolvió, me envolvió y me desenvolvió, y me envolvió y me envolvió, era ahí donde me encontraba, hasta que se echo a llover la tarde, y la madrugada hasta Los Arcos, y que aquí, antes de partir, mismamente la había escuchado, yo con la cabeza por dentro del jersey, a solas, porque que nadie vaya pensar que esto del trastorno, y la necesidad de replegarse, uno sobre uno, tiene tanto que ver con el resto de la gente, como con uno mismo y su proceso interior. Y lo que voy a decir ahora es importante, porque no me voy a desdecir, ya que lo he venido reflexionando desde ahí, desde que dejo la nocturna ciudad de Logroño atrás, y el amanecer en el reflejo de esas aguas, y a la liebre veloz, y al campo que dice Deleuze sobre él, y donde aquella vieja uruguaya me sobrepasa, y yo que la conozco de Orisson, que fue desde donde arrastró a aquella chiquilla hermosa a su abandono, porque he vuelto a verla en la tarde de ayer, y eso me lo contó, que Chani pagó caro lo de seguir a esta vieja en la tarde hasta Roncesvalles, que se las tuvo que tragar la oscuridad, y no a la voz de su intuición, que le dijo que ella se quedara, o más abajo o conmigo, que era quien podía orientarla, porque la orienté como si fuera yo misma, permitiéndose un muy pequeño exceso económico pero ella se encontraba allí por un problema de excesiva dependencia y, parece ser, que tenía una lección dolorosa que aprender… que yo, esto querido Profesor, todo esto lo sabía, lo sabía sin saberlo pero por eso mismo no quise intervenir… Y que yo desde aquella mesa sé lo suyo con Nietzsche, lo de la vieja, al que no pudo comprender y despectivamente tildaba, muy ufana, de esquizofrénico… Pero esta vieja era eso, una mujer con coraje y cuando me dio alcance, yo simplemente le expliqué que estaba estudiando, y que pensaba seguir estudiando como lo había previsto, que si eso es egoísmo… porque nos dirigimos hacia Navarrete, y yo tengo previsto detenerme con Marcelino Lobato, en su puesto de caminante, si es que ese día lo encuentro a mi paso por él. No pero lo del egoísmo quiero decir que me lo pregunto, al escuchar a Carlos, porque Carlos dice que las células, que han sufrido mutaciones y que ahora, por lo tanto, son cancerosas, son egoístas porque se separan del resto, y son inmortales porque recuerdan un pasado en que la vida era clónica e inmortal. Pero eso de que lo recuerdan no es una metáfora, es una hipótesis, que la vida, en sus orígenes, lo era, era clónica e inmortal, que lo fue por un periodo semejante de años, al número de nucleótidos que componen nuestro genoma, algo más de tres mil millones, y que el secreto de la muerte, es el secreto de la colaboración, porque la vida tuvo que inventar la muerte, conocer la muerte, para formar las sociedades celulares que dieron lugar a nuestros organismos.

[CONTINUA]