La voz de la Verdad

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Rosa de Mumayor

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A Noo lo perdía su bondad y se puso en contacto conmigo. Yo tardé días en ver su correo pero ahí tomé la decisión de convertirme en una dendrita neuronal, como le dije. Por llamarlo de algún modo que él identificara como mi propósito vital. Es cuando comienzo a escribir en el fluir de la conciencia. Estudio por las tardes y al amanecer, a esas extemporáneas horas, escribo. Lo que va a dar como resultado una serie de cuadernos manuscritos, porque después del paseo matinal también me transcribo. Noo estuvo de acuerdo en ejercer como tutor.

En realidad esta nueva experiencia comenzó dividiendo mi ciclo en sus fases biológicas: la folicular, la anterior a la ovulación, y la lútea. Durante la folicular me ponía en contacto con Avril Lesavant. Operaba a un nivel simbólico, por supuesto. Pero luego terminaría reduciendo mi contacto con Avril Lesavant a un ‘kairoi’. Expresión griega que procede del tiempo concebido así, como de la »ocasión». Fueron más de cuatro años de indagación y escritura, en temas muy sugerentes o que a mí me lo parecían.

Un día de esos, no sé por qué razón, me pongo en contacto con C., el biólogo del parque. Me invita a sumarme a una actividad que ofrecía la fundación para la que había vuelto a trabajar. Luego me pedirá ayuda. Se trata de cortar la rama de un fresno que amenaza una cabaña que tiene en el bellísimo concejo de Elié. Acepté y no falté a la cita, a pesar de que ese día me levanté enferma. La verdad es que el día anterior había bebido más de la cuenta y tenía resaca. Primero fuimos a Puebloalto. Él encantado de mostrarme la casa que se había comprado, un antiguo hospital de peregrinos. C. tenía prejuicios acerca del Camino de Santiago porque lo consideraba algo religioso pero, sin embargo, disfrutaba con el hecho de que su casa era un lugar histórico debido a él.

Cuando alcanzamos la cabaña, bajo aquel sol de justicia, mi estado era deplorable. Habíamos andado mucho desde que dejamos el coche y en fuerte ascenso. Tuve que tumbarme en la cabaña con mi sudadera sobre la cara, hasta que se me pasó el sofoco pero no mejoré demasiado. C. se llevó un disgusto, porque los animales de la montaña la habían emprendido con su huerto. Uno que crecía salvaje. Al espantapájaros también lo habían destrozado. Lo llamaba Aristófanes, aunque no sabía que el auténtico había escrito, entre otras comedias, ‘Las aves’. He de decir que no me mostré empática con él. Estaba lejos, emocionalmente a mil años luz. C. le echaba la culpa a los ganaderos, era maniqueo, no había grises, había sólo buenas y malas personas.

Lo de la rama del fresno iba absolutamente en serio. Afanados él y yo, él con la motosierra y yo con las cuerdas, después de su buena hora, conseguimos lo que él pretendía. Aunque lo que él pretendía, en parte, era saber si yo iba a tener dinero con el que pagarle el alquiler, porque su idea se había hecho de eso que yo decía de tener un casero. No comprendiendo que era un golpe de humor. Quizá fuese mal pensada pero él andaba echando sus cálculos. Lo bueno es que yo de allí me voy con una cabeza de caballo. En huesos pero como las que Picasso dibuja y pinta. La noche se nos echaba encima y hubo que desandar todo lo andado. Me caí pero reconozco algo: creo que es precioso tener un compañero de andaduras. Sólo que debe ser un compañero que inspire el sentimiento, al menos el de la amistad. Lo que ya no me esperaba, y de lo que no me pude sustraer, fue de toda la bilis que C. vertió al regreso sobre el hijo de Noo y Noo. Entonces, ahí sí que me enfermé. C. me había parecido un espíritu noble y demostraba ser sólo un envidioso de los que no se dan cuenta de la sombra que proyectan. Cuando volvió a invitarme a salir primero fui evasiva. Luego, creo que le dije que ojalá se cortara un poco más en lo que tenía que cortarse, y fuera un poco más avezado en entender cuando, sencillamente, alguien no estaba interesada.

Por aquellos días, comencé a detenerme en la conocida como fuente de la Abeja, un solitario paraje con mucho encanto. Llevaba conmigo al Sócrates de Jenofonte. Esa mañana, uno de los perros de aquella mujer corrió hacia la fuente en la que me hallaba sentada con mi libro entre las manos. »¡Yaco!» -gritó ella, al mismo tiempo que yo proseguía con la lectura y leía, al pasar página, el mismo nombre, que nunca hasta ese momento había escuchado. Un escalofrío me recorrió entera y a eso lo llamé la Verdad.»Yaco -decía la nota al margen- muchas veces asimilado a Dioniso, es la divinidad que acompañaba a los que se iban a iniciar en los Misterios.» Cuando llegué a casa busqué más información sobre Yaco. Leí mucho, incluso alguna página traducida del inglés. Yaco tenía que ser importante por algún motivo. Eso es el trastorno. El caso es que pasaron dos días. Y estando en la misma fuente se produce un enfrentamiento entre Yaco y otro perro, al que su dueña llama Apolo. Me levantó de un salto, agarro mi grabadora del interior de la mochila y me dirijo a ellas, que se quedan bastante asombradas, por lo que les relato. Añadiendo que de algún modo Yaco y Apolo eran »rivales» en la mitología, aunque eso no era exacto. De tal modo que yo misma estaba realizando un trabajo sobre la coincidencia. Para concluir que esa Verdad, Logos o Nous me había elegido como testigo de su ser y de su existir.

Entre eso y la megalomanía que me despertó mi relación con Noo, por ser él un científico de élite… Por ejemplo, mi psiquiatra no se imagina lo agudo que fue ese episodio pero yo estaba casi convencida de que ganaríamos el premio Nobel de la paz. Me enfebrecía y me inflamaba, como describiré más adelante.

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  1. El Camino del esquizo

    ANTES DEL CAMINO

    Érase que se era / una mujer ebria de cortisol / a quien un hombre abandonó a su suerte / Esta mujer vivía en una buhardilla sin puertas / y tuvo una hija que no se parecía a ella / A esa niña un día le dieron una gran paliza que jamás podrá olvidar / Y además sufrió otros golpes / La mujer también tuvo otro hijo que un día se hizo una brecha / Pero esa niña estaba creciendo / para tener que renunciar a la que fue su verdadera vocación / y a aquella trágica guitarra / y al gatito al que condenó a morir / Cuando utilizaba botas ortopédicas no tenía ningún concepto de lo que era la felicidad / Pero ya tenía edad para robar y para iniciarse en el sexo / y la oscuridad la acechaba / Reía una risa loca / el delirio la alcanzó y sostuvo una relación lésbica / Pronto se rebelará contra su propio nombre / y aprenderá a escapar a través de la enfermedad / Entonces llegará el primer viaje fuera de la ciudad origen / y la primera vez que se cavila maquiavélicamente con un fin / Habrá una sensación de desrealización y un regreso al colegio / Luego un viaje a Madrid y una herida grave a la confianza / Los genes folclóricos del abuelo materno y su afiliación a la falange / La ausencia de espíritu familiar y el respeto / El funeral / El concurso de relatos del colegio / Hablábamos de la naturaleza evasiva de la niña y de sus terrores nocturnos / También del vecino peligroso y de los preciosos veranos / y de su erotomanía / La oportunidad de dejar volar al pájaro en libertad / La mejor lección posible / El temor real / a los apologemas del padre / El morado del ojo / y el sueño en el que las puntas de los dedos se convierten en lápices / Un novio gitano y el celo de las hembras / El pueblecito marinero, el trauma y la sosa caustica / El muchacho de los ojos verdes y el soldador que esperaba por el pie / Los golpes a la dignidad y la muerte sobre la cabeza / los pródromos de esta narrativa / una historia con las cartas del Tarot / y una cabeza a pájaros /  Los desentendimientos / la oui-ja, el hombre maduro y la pérdida de la virginidad / cuando el llanto queda prohibido / un noviazgo y un embarazo / un aborto, un psicólogo y la conciencia / Y después enamorarse / el lagarto de la muerte / el hijo depravado / la idea pésima / Mira Delgado, Flora y Coga / La amenaza y la salida del hogar paterno / actuaciones discutibles / La academia de secretariado y el fantasma / La mala vida y la maleta en la calle / La boda, la mudanza y la astrología / La muerte del gato y la dependencia / La atracción física / y el despertar de la anestesia emocional / La llegada del amor / Historias del alambique / El abismo y el hiato / los hilos de la magia / y los besos del señor Palmer / El espionaje, el error y el grupo / el efecto de Neptuno / y la incursión en Internet / El trío y la playa de la Respuesta / las sincronías y coincidencias / Laura Palmer / Stanislaw, el viaje a Burgos y la afonía / El primer Camino a Santiago y el «baul» / Las ‘Trece Campanadas’ de Suso de Toro y Benicio / El Diario de Rachel y el conductor de autobús / El ingeniero, ‘París-Texas y los silencios / El hombre del Camino y la ciudad de Falbalá / Antisímbolos o el hombre del tatuaje / el juicio del acosador del parque / y la locura de correr riesgos / La liberación de las emociones / Salvar la vida: una desilusión / La cita a ciegas con el luchador de grecorromana / El deseo de la marihuana / El trance: perder los límites / La experiencia inefable y la soledad de un cuarto / las palabras tabú / Las bufandas verdes / El bar de Manuela, Verona y los delirios cannábicos / la espiral caliente / y la aparición de Avril Lesavant / El Encuentro en Madrid / el acto del amor

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    EL CAMINO

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    EL DESPUÉS DEL CAMINO

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