León y sobre el Bernesga, con el único Dios, el primer Dios


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Ayer me acostaba con la noticia de la muerte de Yago Lamela, no podía imaginarme que un joven tan prometedor como él lo fue, hubiera caído en las atroces garras de la desesperación. Y lo estoy sintiendo mucho, como reconozco que no lo sentí por Gabo, la mañana del Viernes Santo, cuando descubrí su muerte tan lejos de Macondo, antes de tomar el autobús que me trajo de regreso a esta ciudad […] Pero Hubert no es, para mí, todavía como Sixto, un sentimiento muerto, un atracción cancelada, sino un volcán que se agita. Sólo que a efectos, de aquella mañana, del 28 de abril, cuando por fin abandoné las instalaciones de la Estación de Autobuses y respiré, por fin, con alguna profundidad ante el Bernesga, fui incapaz de leer ni una sóla línea del guíón que llevaba conmigo, y cuando me sentí capaz de hacerlo, ya era tarde, en Cabanillas y ahí sentí que no tenía ningún sentido y por eso lo olvidé pero lo que debería haber dicho, entonces, es que nace el Bernesga, más arriba del Puerto Pajares, en la Cordillera Cantábrica, y recogiendo las aguas de las pistas de esquí de Valgrande-Pajares, recogiendo agua de los arroyos, entre peñas que confluyen para formar, aproximadamente a 1500 metros de altitud, el cauce de un río, que por León anda como domesticado…. En alcanzar el Puente de los Leones se tarda apenas cinco minutos, y desde ahí ya nos presentan a León como la cuna del parlamentarismo, cuestión en la que no vamos a ahondar, en este punto, porque habrá que hacerse cargo, antes, del papel de los musulmanes lo primero, en la Hispania del aquel tiempo, hasta alcanzar el reinado de Alfonso IX, antecesor con sus cortes de la <<Carta Magna>>, y la figura del <<cives electi>> o brazo popular… Yo, esta suerte que no correrá Sandra de Pajares, hasta que conciba que la suerte es más bien cosa de tenerla con uno, porque uno tome mientras le sea posible sus riendas, la suerte de poder escribir la historia como quiera, y no de tener la obligación de memorizarla… yo esta suerte la bendigo. Y al haberme ido ese día de Viernes Santo, con la credencial entre las manos, sellada por el buen hombre que me la extendió en el convento de las Carbajalas, dejo a mis espaldas, en ese punto, las torres de la Pulcra leonina, que nos vislumbran a lo lejos y me encamino por el paseo de Salamanca, […]  y que suman otros diez o doce minutos de caminata, hasta el Puente de San Marcos, donde la gente viste con elegancia y yo me cruzo conmigo, como si tal acto simbólico no fuera imposible, en la primera ocasión en que peregrinaba, y seguía los pasos de Navarra por el mismo lugar […] Y el Islam, qué será el Islam, esa ideología que hizo temblar nuevamente al mundo un 11 de septiembre de la historia contemporánea. ¿O eso, precisamente, no será el Islam? Bien, el Islam nunca existe antes de Mahoma. Pero lo que existe entre los árabes anteriores al nacimiento del profeta de Alá, en el siglo VI después de Isa, su dios de religión monoteísta, es la conciencia de un patriarca llamado Abraham, que erigió, piedra por piedra, y trabajando mano a mano con su hijo Ismael, la Kaaba de la Mecca. Pero este Abraham no es otro que el hombre al que su Dios le pide que le entregue a su hijo primogénito en un sacrificio, que para la Biblia de la tradición judeo-cristiana es Isaac, el hijo de Sara, que es por el sacrificio por el que Kirkegärd, el precursor del existencialismo, se pregunta en <<Temor o Temblor>>, y con el que Claudio Naranjo, en sus estados delirantes, se identifica. Pero Ismael es el producto de la relación que Abraham mantiene con Agar, la sierva egipcia, puesto que Sara, supuestamente era estéril, o lo fue hasta la edad de noventa años. Y esta es la polémica. El árabe ata cabos, y deduce que si Agar fue la hembra con la que Sara autorizó a su marido a engendrar… Sara, de quien el Talmud afirma que Abraham obedecía sus palabras, porque reconocía, como reconocéis casi todos los maridos, la superioridad espiritual de la mujer de uno… la única profetisa con la que Dios se comunicó personalmente, sin la intervención ni de ángeles ni de arcángeles Sara nonagenaria tiene que ser la que pare después… Y eso tiene pies y cabeza, aunque las edades nunca llegaran a ser tan avanzadas, que una princesa, ordenara la muerte del hijo que su consorte hubiera engendrado con otra… Y no es descabellado, porque […] Pero en el tiempo que nace Mahoma, lo único que existe son una serie de tribus, compuestas por clanes familiares, aunque cada clan era autónomo y 360 dioses son los que alberga la Kaaba. Dioses que para estas tribus del desierto, simbolizaban el espíritu del astro o el árbol o la piedra, que les servía de orientación en sus desplazamientos por él. Y, por tanto, eran politeístas y animistas, nómadas y mercaderes. Y un torbellino de violencia se movía entre ellos, donde cualquiera podía dar muerte a cualquiera, en venganza, sin respetar ninguna vida, porque nadie les juzgaría por ello […]

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[los anuncios que se vean a partir de estas líneas serán una penalización que me impone el sistema por no pagar para que se me retiren]

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  1. Lamela se rompe por dentro

    El ex saltador ingresa en el hospital San Agustín de Avilés con un cuadro depresivo

    El ex atleta Yago Lamela fue internado el pasado viernes en el Hospital San Agustín de Avilés, en la planta de psiquiatría, debido a una depresión, según informó el diario «La Nueva España». El saltador español fue atendido al mediodía por el servicio de urgencias con un cuadro depresivo y por la tarde era ingresado en una habitación cerrada para las visitas y que solo se comunica a través de un telefonillo.

    Lamela, que dejó el atletismo en 2009, cerró definitivamente la puerta a la práctica deportiva y se dedicó a otras actividades, como la realización de cursos de piloto comercial de helicópteros. Volar, en la pista y fuera de ella, siempre ha sido su sueño.

    El año pasado regresó a sus estudios de Informática en Estados Unidos, pero hace poco más de un mes, Lamela volvió a instalarse en Avilés, en casa de sus padres. Según sus familiares, nada parecía presagiar este brote depresivo, pues su estado anímico era bueno a pesar de que había aumentado su peso de forma notoria. Con todo, este no era el primer ataque de ansiedad que sufría el avilesino. Después de tantas lesiones, la moral del deportista se vio mermada y se sucedieron los ataques depresivos y de ansiedad. Se sometió en 2006 a un plan de «reconstrucción» física y anímica en la Escuela de Medicina del Deporte de Oviedo.

    Durante diez años su salto de 8’56 metros fue el límite para todo saltador europeo. En 1999, Yago Lamela consiguió con esa marca el subcampeonato del mundo en pista cubierta y mantuvo el récord hasta que Sebastian Mayer lograra saltar 8’71 en el Campeonato de Europa de Turín hace dos años.

    A partir de 2004, las lesiones terminaron por minar la salud de Lamela y dejó de competir en grandes eventos, salvo en los Juegos Olímpicos de Atenas. Pero ya llegó con muy poquitas fuerzas y apenas llegó a los 8 metros, distancia que había superado sin problemas desde sus primeros campeonatos. Fue su última participación en un gran evento antes de retirarse definitivamente en 2009.

    La operación en el tendón de Aquiles fue el principio del fin para Lamela. A partir de ahí no pudo volver a entrenarse con normalidad. Tardó demasiado tiempo en recuperarse y, aunque volvió a saltar para ponerse en forma, en 2006 tuvo que pasar de nuevo por el quirófano. Esta vez fueron los tendones de los dos talones. Tras varios meses de recuperación, Lamela logró recuperar su estado físico y su objetivo para volver a ser el de siempre lo fijó en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Sin embargo, la puntilla la dio la rotura de un gemelo. Era hora de decir adiós. El cuerpo no respondía a pesar de todos los esfuerzos y todos los intentos.

    http://www.abc.es/20110605/deportes/abcp-lamela-rompe-dentro-20110605.html

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  2. El atleta, subcampeón del mundo de salto de longitud, ha aparecido sin vida en su domicilio de Avilés a los 36 años

    El atleta español Yago Lamela ha aparecido muerto en su casa de Avilés a los 36 años de edad, aunque por el momento no han trascendido las causas de su fallecimiento.

    El saltador de longitud, subcampeón del mundo en 1999, había atravesado por diferentes etapas depresivas en los últimos tiempos. La noticia, confirmada por el diario «El Comercio», se ha producido a primera hora de la tarde del jueves.

    Tras abandonar la práctica del atletismo en 2009 por culpa de las lesiones, Lamela se había dedicado a buscar un nuevo rumbo a su vida. Realizó varios cursos de piloto comercial de helicópteros, pero sin éxito. Perdido lejos del deporte, el asturiano tuvo que ser ingresado en una clínica de psiquiatría cerca de su Avilés natal en junio de 2011, de donde salió poco después, aunque nunca terminó de encontrarse del todo bien en ese sentido. [La vida de Yago Lamela, en imágenes]

    Ahora, tres años después, Lamela ha sido encontrado muerto en su casa, sin aparentes signos de violencia. Un final trágico para uno de los grandes héroes del atletismo nacional de los últimos años.

    http://www.abc.es/deportes/20140508/abci-yago-lamela-muerto-201405081915.html?utm_source=abc.es&utm_medium=modulo-sugerido&utm_content=noticia-AB&utm_campaign=outbrain=obinsite

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  3. Yago Lamela, en 2011: «Estuve chungo, pero me he recuperado y voy a luchar»

    Después de un ingreso por problemas psiquiátricos, el deportista reconoció por primera vez que padeció una fuerte depresión

    En junio de 2011, Yago Lamela regresó a casa después de seis días ingresado por un problema de Psiquiatría. Por primera vez reconoció padecer depresión y por primera vez habló de su problema a las claras. Esta información la publicó ese día «El Comercio de Gijón» y a ella remitimos el día en que ha aparecido muerto en su domicilio de Avilés, cuando aún no había cumplido los 37 años de edad. [En imágenes, galería del último salto de Yago Lamela y su carrera deportiva]

    Yago Lamela ha aparecido esta tarde muerto en su domicilio. El atleta avilesino, apartado de las pistas desde 2009, no habría podido superar una fuerte depresión que entre mayo y junio de 2011 lo llevó a estar ingresado seis días en la planta de Psiquiatría del Hospital San Agustín.

    La información que se publicó el 10 de junio de 2011 y que hoy vuelve a recoger el diario de Gijón es la siguiente:

    «Me encuentro mejor, un poco cansado, pero con muchas ganas de recuperarme cuanto antes», manifestó ayer a este periódico el mejor saltador español de todos los tiempos pocas horas después de abandonar la planta de Psiquiatría del Hospital San Agustín. Permaneció ingresado allí seis días. «Sí, estuve un poco chungo, con una depresión bastante grande, pero me he recuperado muy rápido», reconoció Lamela, que se deshizo en elogios hacia los facultativos que le atendieron y hacia el resto de pacientes. «El trato ha sido excepcional, increíble. Me han apoyado mucho, ellos fueron los que me han sacado adelante», manifestó al respecto.

    La sonrisa que se dibujaba en su rostro no ocultaba el mal trago que está pasando Yago Lamela Tobío.«Se me juntaron una serie de circunstancias negativas». Una de ellas fue la imposibilidad de retomar sus estudios en la Universidad de Iowa (Estados Unidos), como era su deseo. Lo tenía en la mano, y se cayó en el último momento. No fue el único revés. «El deporte me ha dado muchas alegrías, pero también muchos golpes, y aprendes que lo importantes es levantarte y seguir luchando. Y eso es lo que voy a hacer ahora, luchar para superar esto lo más rápidamente posible».

    Deportivamente, el peor golpe lo recibió en 2004, año olímpico. Fue un golpe bajo, en el tendón de un tobillo, el de la pierna de batida, la que soporta todo el peso, la que le impulsa. Lamela había terminado 2003 con la mejor marca mundial del año, 8,53, a tres centímetros de su récord personal, y con la sensación de que en la gran cita ateniense podía llegar aún más lejos. Además, el destino le brindaba la oportunidad de iniciar la temporada en su casa, en la pista de atletismo de Avilés, entonces recién construida. Unos días antes, anunció que una lesión le impediría saltar ante su público.

    Lo que parecía un contratiempo, sin más, se convirtió en una lesión crónica. A trancas y barrancas consiguió competir en Atenas, pero se quedó lejos, muy lejos de sus marcas. No llegó a los ocho metros.
    Periplo médico

    Fue su último salto. Meses después acudió a Finlandia para someterse a un intervención quirúrgica. No dio resultado, y la segunda, tampoco. Lo intentó de todas maneras, hasta con acupuntura, pero ni aún así. Yago no se resistía, no quería tirar la toalla. Regresó con Juanjo Azpeitia, el entrenador ovetense que le llevó a los 8,56 aquel ya lejano mes de febrero de 1999, en los Mundiales de Maebashi (Japón), un salto que además de la medalla de plata, le catapultó a la fama. Cuando parecía que el tándem Lamela-Azpeita volvía a funcionar, todo se vino abajo. El tendón no aguantó y un día dijo basta. Se retiró. Corría el mes de marzo de 2009.

    Yago dirigió entonces su mirada al cielo, hacia la aviación, una de sus pasiones, junto a la informática y la música electrónica. Se inscribió en un curso de piloto de helicópteros en Cuatro Vientos (Madrid), y cuando ya acumulaba un buen número de horas de vuelo, la escuela quebró. Yago volvía a quedarse en tierra. El año pasado intentó remontar el vuelo en Estados Unidos, en Iowa. Estuvo allí hasta el verano pasado, cuando regresó a Avilés con intención de retomar su estudios en el curso que ahora termina. No pudo ser, y tampoco lo será en el próximo, según acaba de saber.

    A punto de cumplir 34 años (el próximo 26 de julio), sin trabajo ni pareja estable, el futuro de Yago Lamela no termina de definirse. «Se me han juntado muchas cosas, una serie de circunstancias negativas que me afectaron el ánimo. Decaí bastante, y mis padres se preocuparon muchísimo». Tanto que el pasado sábado decidieron llevarle al hospital, donde quedó ingresado. El diagnóstico, depresión.

    «¿Quién me lo iba a decir? Pero bueno, son cosas que pasan, y la verdad, hay cosas mucho peores. Lo importante es contar con la ayuda adecuada, y yo tengo la suerte de contar con esa ayuda».

    Yago Lamela volverá hoy al Hospital San Agustín. «Tengo que ir a pasar consulta, a ver si poco a poco me van bajando la medicación. Sí, me han dado unas cuantas pastillas», admitió sin tapujos el avilesino, que pese a todo, no tuvo inconveniente en hablar con este periódico. Estaba comunicativo, consciente de que el primer paso para curar un proceso patológico es admitir que le ha tocado padecerlo.

    El tratamiento no se reduce a la medicación. «Los médicos me han recomendado que vuelva a hacer deporte. Que no tenga prisa, pero que vuelva. Menos mal, porque si llegan a prohibírmelo, creo que no seguiría el tratamiento. No podría entender mi vida sin deporte», dijo Lamela antes de regresar a su domicilio para descansar, tranquilo y sonriente. (

    http://www.abc.es/deportes/20140508/abci-muere-yago-lamela-atleta-201405081951.html

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  4. Tras abandonar definitivamente el atletismo, Yago Lamela dirigió su mirada hacia el cielo, hacia la aviación. Se inscribió en un curso de piloto de helicópteros en el aeródromo de Cuatro Vientos (Madrid), y cuando ya acumulaba un buen número de horas de vuelo la escuela quebró. Yago volvía a quedarse en tierra.

    A partir de ahí poco más se supo de su vida. Sus apariciones en público eran esporádicas, un día en la pista de atletismo, otro en un gimnasio privado… Sopesó la posibilidad de regresar a Iowa (Estados Unidos), la que había sido su última escala antes de dar su gran salto en Japón, donde además de entrenar estudiaba informática, una de sus tres grandes grandes pasiones. Las otras dos eran la música electrónica y, cómo no, el atletimo.

    Su nombre volvió a saltar a la primera plana informativa en junio de 2011. Ingresó en la planta de psiquiatría del Hospital San Agustín, en Avilés, y permaneció internado allí seis días. «Sí, estuve un poco chungo, con una depresión bastante grande, pero me he recuperado muy rápido», reconoció. Había ganado peso, y admitiía sin tapujos que ya no era el mismo. Sin trabajo ni pareja estable y con 34 años de edad, su futuro no terminaba de definirse. «Se me han juntado muchas cosas, una serie de circunstancias negativas que me afectaron el ánimo. Decaí bastante, y mis padres se preocuparon muchísimo», hasta el punto de que decidieron trasladarlo al hospital. El diagnóstico fue claro, depresión.

    «¿Quién me lo iba a decir? Pero bueno, son cosas que pasan, y la verdad, hay cosas mucho peores. Lo importante es contar con la ayuda adecuada, y yo tengo la suerte de contar con esa ayuda», dijo entonces. No se escondía .«Tengo que ir a pasar consulta, a ver si poco a poco me van bajando la medicación. Sí, me han dado unas cuantas pastillas», admitía el avilesino, que pese a todo nunca tuvo inconveniente en hablar con este periódico. Aquel día estaba comunicativo, consciente de que el primer paso para curar el proceso patológico que padecía era admitir precisamente que le había tocado padecerlo.

    El tratamiento no se redujo a la medicación. «Los médicos me han recomendado que vuelva a hacer deporte. Que no tenga prisa, pero que vuelva. Menos mal, porque si llegan a prohibírmelo, creo que no seguiría el tratamiento. No podría entender mi vida sin deporte», dijo aquel día Lamela.

    La sonrisa que se dibujaba en su rostro no ocultaba el mal trago que atravesaba, ni tampoco su determinación de salir del túnel. «El deporte me ha dado muchas alegrías, pero también muchos golpes, y aprendes que lo importantes es levantarte y seguir luchando. Y eso es lo que voy a hacer ahora, luchar para superar esto lo más rápidamente posible», añadió.

    Tal y como le habían prescrito los médicos, Yago Lamela intentó reencontrarse con el deporte. Volvió a dejarse ver por la pista y por el gimnasio, a correr junto a sus amigos por el parque de Ferrera. El pasado 12 de marzo se puso en contacto con la Federación Asturiana de Atletismo. Solicitó información para volver a tramitar su licencia como atleta y también para hacer un curso de entrenador de atletismo. Todo indicaba que volvía a ser el de siempre, un luchador nato.

    Ayer se acabó todo de forma dramática. Las circunstancias de su muerte quedan en la intimidad de su familia, absolutamente consternada. También el deporte avilesino, el asturiano y el español comenzaron a llorar la muerte de Yago Lamela, un joven que bajo una primera capa opaca escondía un carácter tranquilo y afable.

    Quizá haya sido una víctima más de la alta competición, del deporte de élite. Quedan sus marcas, 8,56 dos veces (Maebashi y Turín) en salto de longitud, sus cuatro medallas en Campeonatos del Mundo y el recuerdo de un joven forjado en la Atlética Avilesina a quien el deporte le quitó tanto como le había dado. Yago Lamela Tobío.

    Yago Lamela Tobío, el mejor saltador de longitud español de todos los tiempos, apareció muerto ayer en su domicilio familiar, en Avilés, la ciudad en la que nació, en la que se forjó como atleta y en la que vivió la mayor parte de su corta vida. El cadáver fue trasladado a Oviedo, donde se le practicará la autopsia que determinará las causas de su muerte. Tenía 36 años y acababan de cumplirse quince del estratosférico salto que de la noche a mañana le catapultó a la primera línea del atletismo mundial y a la fama. Hasta entonces, solo sus entrenadores, especialmente ‘Pepete’ y Carlos Alonso, y sus compañeros en la Asociación Atlética Avilesina eran conocedores del enorme potencial que atesoraban sus piernas, aunque pocos sospechaban que podía llegar tan lejos y hacerlo además en tan de forma tan fulgurante, en un salto.

    La suya fue una carrera corta, pero intensa. Cinco años después de aquel salto, ocho metros y cincuenta y seis centímetros, en el Campeonato del Mundo en pista cubierta celebrado en Maebashi (Japón) en marzo de 1999 -solo superado por los 8,63 del cubano Iván Pedroso- una lesión de tobillo truncó su brillante trayectoria deportiva. Corría 2004, año olímpico, en Atenas, y Yago llegaba en un excelente momento de forma. Había cerrado 2003 con la mejor marca mundial del año, 8,53, la tercera y última vez que franqueaba la barrera de los ocho metros y medio, y aunque llegó a competir en los Juegos, clasificándose incluso para la final, ni siquiera llegó a los ocho metros, una minucia para un saltador que rara vez se quedaba por debajo de los 8,20.

    Aquel fue su último gran salto. El problema se localizaba en el tendón de Aquiles de su pie de batida, y de poco sirvieron todos sus esfuerzos para intentar recuperarlos. Ni las operaciones en Finlandia, ni los cambios de entrenador ni de ambiente. Yago Lamela lo intentó todo durante cinco años. Primero, en Valencia, con el Terra i Mar de Blanquer, y luego, en Oviedo, de nuevo con Juanjo Azpeitia, el entrenador que lo había llevado hasta los 8,56.

    En 2006 -meses después de sufrir un grave accidente de tráfico en Albacete-, estuvo a un paso de reaparecer y además, en su ciudad, Avilés, en la pista recién construida a unos pasos de su casa.

    Pero el destino volvió a ser cruel con Yago Lamela. Un mal día se rompió los tendones de los dos talones y con ello las esperanzas de volver a competir ese año. Volvió a operarse en Finlandia, se pasó horas y más horas en el fisio, recurrió hasta la acupuntura… Pero siempre sin resultados. Nunca pudo entrenarse dos semanas seguidas. Así hasta que un día, en marzo de 2009, anunció su retirada.

    La decisión la tomó mientras se entrenaba en Madrid pocas semanas después de que un alemán, Bayer, le arrebatase el récord de Europa de salto de longitud que había establecido en Maebashi. «Estaba haciendo una sesión de velocidad, y todo iba bastante bien hasta que de repente me rompí un gemelo. Y me dije: hasta aquí hemos llegado. Me marché de la pista y ya no he vuelto. Ni siquiera fui al fisioterapeuta», manifestó en su día.

    Era el fin de una brillante carrera deportiva y el principio de una singladura sin rumbo fijo que terminó ayer de tan dramática forma. Las causas de las muerte aún se desconocen.

    http://www.elcomercio.es/v/20140509/deportes/atletismo/yago-lamela-leyenda-rota-20140509.html

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  5. Yago Lamela, atleta precoz y atormentado

    Uno de los mejores saltadores de longitud de su época, las lesiones le retiraron hace cinco años

    CARLOS TORO
    Actualizado: 09/05/2014 11:28 horas
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    Pocas veces el deporte sufre una conmoción semejante a causa de la muerte de uno de sus hijos. La pérdida de Yago Lamela es la de un hombre joven (36 años), que se había retirado oficialmente hace sólo cinco años y que había proporcionado al atletismo español una figura de talla internacional.

    Su historia es, como tantas otras en el mundo del deporte, la de un personaje a caballo de la gloria y la desdicha, en equilibrio inestable entre el talento sobresaliente y la imposibilidad de desarrollarlo en toda su extensión y duración. En cierto modo, también como a muchos otros, la frustración acabó por definir y acortar su vida, en la que el éxito, aunque real, resultó efímero, insuficiente e incompleto. Primero se le insinuó y luego se le entregó antes de negarle lo mejor y más duradero de cuanto le había prometido.

    Yago parecía llamado a ser uno de los mejores saltadores de longitud de la historia del atletismo. No muy alto, pero fuerte y rápido, saltó 8,56 a los 21 años, en 1999. Lo hizo por partida doble. Al aire libre en Turín y en pista cubierta en Maebashi (Japón), en el curso del Campeonato del Mundo, en un duelo inolvidable con el cubano Iván Pedroso, con quien se cruzó en repetidas ocasiones y quien le impidió alcanzar mayores títulos.

    Fue Pedroso quien lo derrotó en el Mundial al aire libre celebrado en Sevilla en ese mismo 1999 (8,56 contra 8,40). Yago siempre rozó el oro en grandes competiciones internacionales, aunque nunca lo obtuvo, en lo que sin duda constituyó una tristeza acumulativa que fue fermentando en su ánimo hasta contribuir a destruirlo. Con 8,23 logró el bronce en el Mundial de París en 2003, tras conseguir otra plata, el mismo año, en el Mundial indoor de Birmingham, con 8,28, un centímetro menos que el estadounidense Dwight Phillips. También fue plata, en 2002, en el Europeo en sala y bronce en el absoluto al aire libre. Sus 8,56 fueron récord de Europa en sala hasta 2009.

    Había aparecido como un trueno en 1999. Batió por tres veces el récord nacional. Primero en Jerez con 8,26, superando los 8,23 de Antonio Corgos. Luego en Guadalajara con 8,40. Y, por último, en Turín con esos reseñados 8,56. Ya había empezado a tener unas lesiones que irían aumentando en frecuencia y gravedad con el paso del tiempo.

    Su año maldito fue 2004. Compitió doliente y anestesiado en los Juegos Olímpicos de Atenas. Se clasificó para la final. Sólo pudo ser undécimo con 7,98. El tendón de Aquiles le dijo basta y fue operado en Finlandia. No quedó bien. A partir de entonces su deseo de volver a la élite se vio siempre cercenado por los dolores. En ese peregrinaje volvió con su primer entrenador, Juanjo Azpeitia, después de haber estado en Madrid con Juan Carlos Álvarez y en Valencia con Rafael Blanquer, en lo que no dejaba de ser la búsqueda ansiosa de una identidad perdida y nunca recuperada. Ya de nuevo con Azpeitia se rompió los dos tendones. Otra operación en 2007.

    Entre períodos de desánimo y otros de rabia por tratar de regresar a la cumbre, siguió intentándolo. Fue inútil. Se rompió un gemelo y en 2009 dijo adiós al atletismo y quién sabe si ya, en el fondo, a la vida. En sus momentos de gloria había coqueteado con una existencia más fácil. Era bien parecido, famoso… Tuvo un accidente de automóvil que no contribuyó a curar sus dolencias. Tras la retirada supimos algunas cosas de él. Quería ser piloto comercial de helicópteros. Se marchó a Iowa a ampliar sus estudios de informática, una de sus pasiones. En 2011 fue ingresado en un hospital a causa de una depresión severa de la que, al parecer, se había recuperado.

    Seguramente no fue así. Y le recordamos como un doble juguete. Primero luminoso. Finalmente, roto.

    http://www.elmundo.es/deportes/2014/05/09/536c9f9c268e3ed30a8b4570.html

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  6. Yago Lamela murió de un infarto

    La autopsia no detecta restos de pastillas en el cuerpo del atleta fallecido la tarde del jueves | La alcaldesa decreta un día de luto en el municipio | El mundo deportivo se vuelca en muestras de dolor por el fallecimiento del saltador | El funeral se celebrará mañana a las cuatro de la tarde

    09.05.2014 | 19:56

    Marta PÉREZ / Elisa CAMPO Yago Lamela murió de un infarto, así se desprende de la autopsia realizada esta mañana en el Instituto de Medicina Legal de La Corredoria, en Oviedo.

    En el estudio, según fuentes cercanas a la investigación, no se han detectado restos de pastillas, cuya ingesta podría haber provocado la muerte. Según ha podido saber LA NUEVA ESPAÑA, en la inspección ocular de la vivienda del atleta se apreció que había vomitado antes de fallecer.

    Agradecimientos de la familia

    Enrique Vázquez, cuñado de Yago Lamela, fue el encargado de recibir esta tarde a los medios de comunicación para hacer público el agradecimiento de la familia del deportista. «Es imposible agradecer como es debido tanto cariño y tantas muestras de afecto recibidas», aseguró Vázquez, quien insistió en la importancia del apoyo ante la pérdida de «una persona que tanto nos ha llenado y que tanto amor nos ha dejado».

    Luto oficial

    La alcaldesa de Avilés, ciudad natal de Yago Lamela, ha decretado un día de luto oficial a partir de las cinco de esta tarde, tras el fallecimiento del mejor atleta asturiano de la historia.

    «La verdad que es muy triste. En este momento lo que queremos es dirigirnos a la familia, mostrarles todo nuestro apoyo y transmitirles la tristeza que tenemos después de los primeros momentos de una conmoción y de un disgusto terrible por haber perdido a Yago. Creo que hablo en nombre de todos los ciudadanos y ciudadanas de Avilés. Una persona muy muy joven. Siempre estamos apenados cuando conocemos a personas que fallecen, pero si, además, esta persona es de 36 años, y una persona como Yago pues desde luego muchísima tristeza», se lamentó la alcaldesa que así se lo ha transmitido a la familia del fallecido, especialmente a su hermana que trabaja en el centro municipal de La Curtidora

    «Voy a proponer a los portavoces de la Corporación decretar un día de luto oficial en nuestra ciudad que empezaremos a partir de las 5 de la tarde de hoy, una vez que su cuerpo esté en Avilés. Será luto oficial en el Ayuntamiento de Avilés, pondremos también en ese mismo tiempo un libro de condolencias en el vestíbulo principal del Complejo Deportivo Avilés, para que todas aquellas personas de Avilés y de fuera de Avilés que quieran venir a expresar su dolor hacia la familia lo puedan expresar por escrito en este libro de condolencias», anunció Varela.

    El funeral por el atleta avilesino Yago Lamela, fallecido a los 36 años, será mañana a las cuatro de la tarde en la iglesia de Santo Tomás de Cantorbery, en Avilés. A continuación, recibirá sepultura en el cementerio de La Carriona. Hoy, a las 13.15 horas está previsto que se abra la capilla ardiente en el tanatorio de Avilés.

    El mejor atleta asturiano de todos los tiempos, el mejor saltador de España, Yago Lamela, fue hallado ayer muerto en su domicilio de Avilés, en torno a las seis de la tarde. La noticia se extendió como un reguero de pólvora, y también las palabras de lamento y dolor por el fallecimiento del saltador cuyas hazañas marcaron un hito difícil de olvidar. Lamela tenía 36 años, pero ya pasó a ocupar el lugar en la historia que se ganó a pulso con sus gestas. Él era «el chaval que volaba». Subcampeón mundial de salto de longitud en Sevilla, bronce en París, plusmarquista europeo. Y sin embargo pasó sus últimos años sumido en profundas depresiones desde que, hace una década, comenzaran sus problemas físicos, que acabarían jubilándolo del deporte. «Nunca pensé que me ocurriría, pero al dejar el deporte me quedé vacío», confesaba.

    El cuerpo sin vida de Yago Lamela salió a las siete y media de la tarde del piso que compartía con sus padres, en la calle Severo Ochoa. Tendido sobre una camilla y cubierto, fue introducido en el vehículo del tanatorio, y después trasladado al Instituto de Medicina Legal de La Corredoria, en Oviedo, para practicarle la autopsia. Según fuentes próximas a la familia, ninguna hipótesis de muerte está descartada, y habrá que esperar a los resultados de los análisis forenses. Una vez que concluyan las pruebas, su cuerpo será trasladado previsiblemente al tanatorio de Avilés, donde quedará instalada su capilla ardiente.

    En la calle Severo Ochoa se juntó ayer un puñado de curiosos, que presenciaron en silencio la salida del cadáver. Entre ellos, algunos vecinos y conocidos del atleta que habían coincidido con él recientemente y que lo habían encontrado muy desmejorado, despistado y abstraído, casi sin conocer a nadie. Y es que las depresiones han sido en estos últimos años el gran enemigo de un saltador que toda Asturias recuerda de una forma muy diferente: sonriendo, lleno de fuerza, dando palmas, efectuando saltos prodigiosos con su melena al viento.

    El gran susto llegó hace tres años, cuando tuvo que ser ingresado por problemas de salud. «Me dio un bajón muy grande por la coincidencia en el tiempo de varias cosas negativas. Decaí bastante y perdí el ánimo de una forma preocupante. Pero ya estoy mejor». Eso es lo decía Lamela a este periódico hace tres años, tras salir de un periodo de descanso y recuperación en el Hospital San Agustín de Avilés. El atleta estaba metido de lleno en un intento de retomar la vida que el deporte había ya desechado. Y aseguró entonces que el apoyo que había recibido, los mensajes de cariño y el calor de sus conciudadanos habían sido muy importante para él.

    Se volcó en los estudios de Informática, asistió a clase de inglés en la Escuela de Idiomas con el ánimo de mudarse algún día a Estados Unidos, se apuntó en el gimnasio para poner a tono su cuerpo y frenar los kilos de más. Es más, incluso también pensó en conseguir la titulación necesaria para ser entrenador de Atletismo. Participó en campus de atletismo con niños, hizo un saque de honor para el Real Avilés. Estaba de nuevo en marcha. La música era su gran refugio. Le gustaba especialmente la música electrónica con la que «jugaba» en un estudio casero.

    «Qué pena, tan joven», decían ayer antiguos compañeros de aulas. Se sumaron así a la condolencia generalizada del mundo del deporte, que se hizo eco de la noticia a través de las redes sociales: el futbolista Guti, el tenista David Ferrer, el corredor Paquillo Fernández, el Comité Olímpico Internacional en bloque, la avilesina Alba García. Hasta el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, y el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, lamentaron la noticia. En Avilés la Alcaldesa, Pilar Varela, se enteró en Madrid del fallecimiento y mostró su pena, que hoy mismo trasladará a la familia.

    Yago Lamela subió a lo más alto. Y bajar, cuando las fuerzas físicas dejaron de acompañarle, no fue fácil. Un problema en el tendón de Aquiles se cruzó en su carrera. Él mismo hacía bromas del tren de vida que había conocido, y cómo en una ocasión decidió hacer un regalo a su padre y otro a su novia: un coche a cada uno. Según personas próximas al deportista, en estos últimos años, al margen de las recaídas en el infierno de la depresión, fue cuando más centrado estuvo, cuando más intentó tomar las riendas de su vida, cuando más cerca estuvo de superar la timidez que le atenazó en los años de fama y gloria.

    Y es que ser centro de todas las miradas más allá de en la pista deportiva no fue camino de rosas para el avilesino. Él mismo justificaría después, en varias entrevistas, que mantenerse reservado y lejano era la única forma de rescatar pellizcos de intimidad y de centrarse en el deporte. Pero también reconoció que eso le había dado una imagen de presumido y «creído» de la que él renegaba. «Me hubiera gustado haber actuado de otra forma, pero entonces no supe hacerlo y tampoco tuve a nadie que me supiese asesorar», confesó hace unos años. La juventud, tal vez, le jugó una mala pasada. Por eso intentó cambiar su manera de comportarse, intentó abrirse más a la ciudad que aplaudió a rabiar sus éxitos y que, en los últimos años, se había acostumbrado a verle como un vecino más.

    No era más que un niño pequeño cuando asombró a su padre con un salto en la arena de la playa de Xagó, tenía 22 años cuando llegó al techo de su carrera. Ayer pasó para siempre a la historia deportiva de Asturias. El próximo 24 de julio habría cumplido los 37.

    http://www.lne.es/deportes/2014/05/09/muere-mejor-atleta-asturiano/1582458.html

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  7. Entrevista a Yago Lamela (14-6-2011)

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  8. La autopsia realizada en el Instituto de Medicina Legal de La Corredoria, en Oviedo, ha determinado que Yago Lamela falleció a causa de un infarto, según publica el diario La Nueva España en su página web. El estudio descartaría las especulaciones sobre un posible suicidio del que fuera el mejor saltador de longitud del atletismo español.

    El medio asturiano cita fuentes cercanas a la investigación, que habrían comunicado que la autopsia no ha detectado restos de pastillas. Además, de acuerdo a la inspección ocular en la casa de los padres de Lamela, donde fue encontrado, sí hallaron restos de vómito del atleta.

    La versión de la familia, en boca de Enrique Vázquez, cuñado del atleta, apunta la misma dirección: «Nos remitimos a la autopsia que aún no la tenemos, no lo sabemos, creemos que ha sido un infarto».

    Además, Vázquez compareció ante los medios en el tanatorio de Avilés para leer un comunicado en nombre de la familia: «Cuando un ser querido fallece, contar con el cariño de amigos y conocidos reconforta a los familiares pues significa que, incluso, en el momento más triste de la vida esas personas están ahí acompañándonos y brindándonos su apoyo».

    También se mostró conmovido por las innumerables condolencias: «Se dice que cuando una persona fallece se sabe si su vida fue fructífera por la cantidad de personas que lo lamentan y se acuerdan de él. Estamos verdaderamente conmovidos por la cantidad de gente que desde que se conoció lo ocurrido están teniendo a Yago en su pensamiento y la cantidad de personas que de ahora en adelante lo extrañarán».

    Según Enrique Vázquez, Lamela «estaba lleno de planes de futuro» y tenía pensado ir en verano a Galicia a sacar el título de entrenador nacional «y estaba muy ilusionado con ello».

    El que fuera subcampeón del mundo en los campeonatos celebrados en Sevilla en 1999 fue hallado muerto el jueves en casa de sus padres. Un fallecimiento que ha asolado al mundo del deporte profesional y, sobre todo, a Asturias. Así, la alcaldesa de Avilés, Pilar Varela, ha decretado un día de luto por el atleta y además instalará una mesa de condolencias en el complejo deportivo Avilés para que los ciudadanos que lo deseen transmitan su pésame a la familia del deportista.

    El funeral tendrá lugar en la tarde del sábado, a partir de las 16.00 horas, en la Iglesia Parroquial de Santo Tomás de Cantorbery, en Avilés.

    http://www.elmundo.es/deportes/2014/05/09/536ce343e2704e05458b4580.html

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  9. A Yago Lamela Ramón Cid lo veía mal. El director técnico de la Federación Española habló tras conocerse la noticia este jueves 8 de mayo de la muerte del atleta en su domicilio de Avilés y lo calificó sin duda como un genio. Según Cid, el asturiano perteneció a la estirpe de atletas «que son deportivamente unos genios, de un talento excepcional». Asegura que siente «una sensación de impotencia» porque en los últimos tiempos intentaba incorporarle al atletismo, devolverle a esa mundo del deporte que tantas alegrías y tanta melancolía a un tiempo le brindó, ofreciéndole entrenar a jóvenes. [En imágenes, el salto infinito de Yago Lamela]

    «Sabíamos que estaba mal, pero su muerte nos ha sorprendido y nos ha sobrecogido. Se había apuntado al curso de entrenadores que empieza en julio y me comentaba su amigo Montxu Miranda que había quedado con él para ir a Santander», explicó Cid. Con respecto al rango deportivo de Lamela, el antiguo responsable de saltos en el Comité Técnico federativo observó que «alcanzó un enorme nivel pero estuvo poco tiempo arriba por las lesiones. Tenía un carácter introvertido, malinterpretado a veces, muy tímido».

    «Batió el récord de Europa y daba la sensación de que podía saltar más. En el salto de longitud hay gente buena, hay talentos y luego están los genios. Yago era un genio», declaró, consternado al conocer la muerte del atleta que en los Mundiales de 1999, tanto en pista cubierta (Maebashi) como al aire libre (Sevilla), plantó cara al cubano Iván Pedroso. Él mismo ha hablado de Lamela como «el mejor saltador español».

    http://www.abc.es/deportes/20140509/abci-lamela-ramon-201405091151.html?utm_source=abc.es&utm_medium=modulo-sugerido&utm_content=noticia-AB&utm_campaign=outbrain=obnetwork

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  10. El adiós de Yago Lamela ha pillado a todo el mundo por sorpresa, pero si hay alguien conmocionado con la noticia ese es Juanjo Azpeitia, su mentor. El hombre que dirigió sus pasos desde que era un niño y le llevó a soñar con el oro mundial. El entrenador con el que el atleta asturiano logró sus mejores marcas, que nada más conocer la noticia de su muerte seguía estupefacto.

    Un rumor sobre una posible recaída de Lamela hizo que Azpeitia le llamara para preguntarle acerca de su estado. «Cuando le dije que si tenía algún problemilla, me contestó que no», señala el técnico. «¡Qué dices! Estoy en plena forma, adelgazando y preparado», afirmó el exatleta, siempre preocupado por esconder a la gente los problemas que envolvían su existencia desde que dejó el atletismo.

    Las últimas noticias que Azpeitia tuvo de Yago llegaron hace unos días vía Alfonso Álvarez Cuervo, el atleta con el que Lamela había entablado una gran relación y al que estaba ayudando en los entrenamientos. «Según me dijo Alfonso, estuvo con él en las pistas de El Quirinal durante una competición y luego se fueron juntos a cenar. Lo encontró normal y animado, le dijo que pensaba matricularse para hacer el curso de entrenador nacional de atletismo este verano», señala Azpeitia.

    Un deseo, el de volver a las pistas aunque fuera de entrenador, que Lamela había expresado a sus más allegados y que era su próxima meta después de no haber conseguido acabar los estudios de informática que había comenzado en Estados Unidos en 1997.

    http://www.abc.es/deportes/20140509/abci-lamela-juanjo-azpeitia-201405091207.html

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  11. «Venía enroscado en su pensamiento, le veías la cara y le decías: ‘Yago, tío, no hay más que estar tranquilamente aquí, disfrutar el momento, no empieces así, no te enroques…’. Pero a él le costaba mucho. Le costaba demasiado». Es el doliente retrato de Yago Lamela que traza su amigo Alfonso Cuervo, atleta y discípulo, desde 2011, del ex campeón asturiano. Pero también hay otros: «Salíamos de copas, se tomaba una y estaba que se caía. Al contrario de lo que se ha dicho, no era ningún artista de la noche».

    O uno aún más divertido: «Ligando con las tías era un desastre, era malísimo, un tímido empedernido. Yo le decía siempre: ‘Que no tienes que abrir la boca, Yago, que la jodes, que te lo tengo dicho’».

    Pero al fondo, habitualmente, las dudas. Las grietas. Ese vacío: «Él intentaba arrancar, pero se metía en pensamientos circulares y empezaba ‘raca-raca-raca’. Lo intentaba, se ilusionaba, pero siempre había como una nube negra». Lamela fue hallado muerto en la casa de sus padres el jueves pasado, tras varios episodios de depresión. Su familia afirmó ayer que la autopsia apunta a un infarto y que no se hallaron tóxicos en su cuerpo.
    Un luchador grecorromano

    Cuervo es un vitalista gijonés de 31 años, cinco menos del que fuera primero su contrincante, luego su ídolo y finalmente su amigo. «Nos conocimos compitiendo, en 1998. Yo apenas saltaba seis metros, era un niño. Él ya hizo un nulo de 8,10: una auténtica barbaridad».

    Lamela, de 21 años, estaba a punto de protagonizar una de las gestas más inesperadas del deporte español: apareciendo casi de la nada, con su pinta «como de luchador grecorromano», al decir del entrenador clave en su explosión, Juanjo Azpeitia, el asturiano se convertía en Maebashi (Japón) en el primer blanco en ultrajar el coto vedado negro del salto de longitud, con 8,56 metros.

    «Fue una locura, sí, pero no creo que Yago llevara mal el éxito, estoy contra esa idea». La tesis de Alfonso Cuervo, compartida por Juanjo Azpeitia: que el decaer personal de Lamela, su descenso a los infiernos anímicos, no tuvo nada que ver con su decadencia deportiva

    «Ese discurso del juguete roto por el fracaso deportivo es falso: Yago no cambió», dice Cuervo. Y remata Azpeitia: «Lo que no funcionara bien en la mente de Yago no funcionaba bien desde el principio».

    TENISSegunda semifinal en directo: Nishikori vs Ferrer.

    ATLETISMO La muerte de Yago Lamela
    ‘Siempre había una nube negra’

    Hace cinco semanas sus amigos no pudieron localizarle durante día y medio
    ‘Intentaba arrancar, pero se metía en pensamientos circulares y empezaba ‘raca-raca-raca’

    QUICO ALSEDO Enviado especial Avilés
    Actualizado: 10/05/2014 05:30 horas
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    «Venía enroscado en su pensamiento, le veías la cara y le decías: ‘Yago, tío, no hay más que estar tranquilamente aquí, disfrutar el momento, no empieces así, no te enroques…’. Pero a él le costaba mucho. Le costaba demasiado». Es el doliente retrato de Yago Lamela que traza su amigo Alfonso Cuervo, atleta y discípulo, desde 2011, del ex campeón asturiano. Pero también hay otros: «Salíamos de copas, se tomaba una y estaba que se caía. Al contrario de lo que se ha dicho, no era ningún artista de la noche».

    O uno aún más divertido: «Ligando con las tías era un desastre, era malísimo, un tímido empedernido. Yo le decía siempre: ‘Que no tienes que abrir la boca, Yago, que la jodes, que te lo tengo dicho’».

    Pero al fondo, habitualmente, las dudas. Las grietas. Ese vacío: «Él intentaba arrancar, pero se metía en pensamientos circulares y empezaba ‘raca-raca-raca’. Lo intentaba, se ilusionaba, pero siempre había como una nube negra». Lamela fue hallado muerto en la casa de sus padres el jueves pasado, tras varios episodios de depresión. Su familia afirmó ayer que la autopsia apunta a un infarto y que no se hallaron tóxicos en su cuerpo.
    Un luchador grecorromano

    Cuervo es un vitalista gijonés de 31 años, cinco menos del que fuera primero su contrincante, luego su ídolo y finalmente su amigo. «Nos conocimos compitiendo, en 1998. Yo apenas saltaba seis metros, era un niño. Él ya hizo un nulo de 8,10: una auténtica barbaridad».

    Lamela, de 21 años, estaba a punto de protagonizar una de las gestas más inesperadas del deporte español: apareciendo casi de la nada, con su pinta «como de luchador grecorromano», al decir del entrenador clave en su explosión, Juanjo Azpeitia, el asturiano se convertía en Maebashi (Japón) en el primer blanco en ultrajar el coto vedado negro del salto de longitud, con 8,56 metros.

    «Fue una locura, sí, pero no creo que Yago llevara mal el éxito, estoy contra esa idea». La tesis de Alfonso Cuervo, compartida por Juanjo Azpeitia: que el decaer personal de Lamela, su descenso a los infiernos anímicos, no tuvo nada que ver con su decadencia deportiva.
    Lamela y Cuervo, hace un mes, en un bar de Gijón.

    Lamela y Cuervo, hace un mes, en un bar de Gijón. EL MUNDO

    «Ese discurso del juguete roto por el fracaso deportivo es falso: Yago no cambió», dice Cuervo. Y remata Azpeitia: «Lo que no funcionara bien en la mente de Yago no funcionaba bien desde el principio».
    ‘Todo, a cambio de nada’

    Cuervo y Lamela se reencontraron una tarde de 2011. El ex campeón había salido una semana antes del Hospital San Agustín, su primer encuentro con la depresión clínica en sede hospitalaria. Cuervo no acababa de romper su techo, en torno a los siete metros y medio.

    «Llevábamos años cruzándonos mails y ahí cristalizó la idea: él me entrenaría, y de paso también se ponía en forma». Ahí emerge el Lamela quijotesco, y no sólo por la triste figura, de los últimos años: «Venía a acompañarme a competir a Ávila, Guadalajara, por Castilla, siempre sin cobrar un duro, sólo por ayudar. Me escribía a las tres de la mañana mensajes sobre cómo mejorar esto y aquello. Como entrenador, también lo daba todo, a cambio de nada».

    Hay que imaginarse esos viajes mesetarios del genio que desafió a Pedroso junto al saltador que «siempre hacía quinto, sexto… Nunca ganaba, pero él me miraba con idéntica fuerza desde la grada, era una mirada increíble».

    Llegó a pesar 106 kg. y ahora estaba en 80′

    Lamela siempre alquilaba una habitación de hotel «para echar la siesta». «A veces se tomaba un red bull y se quedaba frito al minuto, cosa de la medicación». Un Lamela emocionante, que «hasta se compró un coche para aquellos viajes», dice Cuervo, hoy varado en casa, recién operado de menisco. «Eso sí, cuando se ponía…». Cuando se ponía emergía el monstruo físico. «Una vez yo estaba haciendo tres cuartos de sentadilla con 140 kilos y él, con vaqueros y zapatos de calle, lo levantó como si nada. Hace seis meses todavía levantaba 70 kilos, ¡con una barriga extraordinaria!»

    La gordura. «De vez en cuando le daba por que quería adelgazar. Es mentira eso de que ahora estuviera enorme: llegó a estar en 106 y ahora estaba en 80. Pero entonces empezaba con el pensamiento circular: ‘Ahora adelgazo esto, luego lo otro, luego hago tal y luego cual… Y se metía otra vez en los pensamientos circulares, no lo podía evitar».

    Cuervo vivió con un nudo en la garganta un episodio que quizás preludió la muerte de Lamela. Hace cinco semanas, varios de sus amigos se asustaron al comprobar que no podían localizarle y llevaban sin saber de él día y medio. La alarma fue tal que los medios comenzaban a dar por hecho que la depresión había ganado finalmente la partida… Cuando Yago reapareció: estaba en una clínica psiquiátrica santanderina. «Él alejaba la nube con bromas. Siempre decía: ‘Sí, yo salto. ¡Salto charcos!’ Era su antídoto contra la tristeza.

    http://www.elmundo.es/deportes/2014/05/10/536d40b622601d0f398b4576.html

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  12. ¿Qué puede desencadenar un infarto en una persona joven?

    CRISTINA G. LUCIOMadrid
    Actualizado: 10/05/2014 15:54 horas

    La muerte de Yago Lamela ha causado una auténtica conmoción en el mundo del deporte. Según ha publicado el diario ‘La Nueva España’, los resultados de la autopsia han determinado que el atleta de 36 años falleció a causa de un infarto, un problema que generalmente no se asocia a personas jóvenes y que, como Lamela (retirado de la alta competición en 2009), han llevado una vida activa.

    «La verdad es que cuando he escuchado que la causa era un infarto me ha sorprendido mucho», señala José Ramón González-Juanatey, presidente de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).

    Según explica el cardiólogo, una de las causas que pueden desencadenar un infarto a una edad tan temprana es la existencia deanomalías coronarias o enfermedades congénitas, pero «es muy extraño que estas no se hubieran detectado en las múltiples pruebas y análisis que se realizan a los deportistas de élite».

    Otro de los trastornos que puede provocar una isquemia precoz, añade González-Juanatey, es la hipercolesterolemia familiar, una enfermedad genética que hace que los niveles de colesterol en sangre se eleven peligrosamente. Sin embargo, «también es poco probable que esta no se hubiera detectado en los controles durante su vida deportiva».
    Desde que se conoció la noticia de su muerte, se ha hablado mucho de los problemas psiquiátricos que Lamela sufrió tras abandonar el deporte de élite y se especuló con la posibilidad de un suicidio.

    González-Juanatey apunta que, aunque no es lo más común, un infarto también puede ser consecuencia de una situación muy extrema de estrés. «Existe una asociación con la ansiedad, con sufrir un momento de terror muy grande», subraya el especialista.
    «Hay una relación, aunque indirecta, entre la depresión y el infarto. Las personas deprimidas pueden tener niveles altos de estrés y esto influye en el riesgo de infarto», indica por su parte Jerónimo Saiz, jefe del servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Ramón y Cajal y presidente de la Fundación Española de Psiquiatría y Salud Mental. Sin embargo, coinciden los dos especialistas, esto no es lo más plausible.

    «También se ha comprobado que las personas que han tenido una insuficiencia cardiaca y luego una depresión tienen peor recuperación», señala el psiquiatra.

    Por otro lado, explica Juanatey, la existencia de una depresión puede influir en un cambio de estilos de vida que favorezcan el sedentarismo, el exceso de peso o el tabaquismo, si bien es poco probable que en tan poco tiempo -el atleta abandonó la élite en 2009- puedan desencadenar un desenlace fatal.

    Otra de las razones que están detrás de un infarto precoz es el consumo de drogas u otras sustancias tóxicas. Según el diario asturiano, los primeros resultados de la autopsia han señalado que no había restos de pastillas en su organismo.

    http://herenciageneticayenfermedad.blogspot.com.es/2014/05/que-puede-desencadenar-un-infarto-en.html

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  13. Yago Lamela HOMENAJE 1977-2014

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  14. La vida de Yago Lamela estuvo atiborrada de sorpresas. Demasiadas sorpresas. La última llegó este jueves por la tarde, cuando fue hallado muerto en su domicilio en Avilés. Solo tenía 36 años, un pasado lleno de éxitos en el salto de longitud y un presente repleto de dudas por algunos reveses. El mundo del deporte se quedó helado cuando corrió la noticia de su deceso, de un adiós a deshora del que fue uno de los personajes más populares del atletismo español.

    La fama le cayó de golpe a Yago Lamela (Avilés, Asturias; 24 de julio de 1977) en 1999. Su actuación en el Mundial en pista cubierta de Maebashi fue la primera sorpresa. En aquel campeonato se batió con el que había sido su ídolo, Iván Pedroso, y estuvo a punto de llevarse una medalla de oro en una especialidad, el salto de longitud, con un magro palmarés en España. Un salto prodigioso de 8,56 metros (récord de Europa hasta que en 2009 se lo arrebató el alemán Sebastian Mayer con 8,71) obligó al campeón cubano a superarse y alcanzar los 8,62 en el último intento. Unos meses más tarde, en Sevilla, en el Mundial al aire libre, volvieron a encontrarse. Y el resultado fue idéntico. Pero después de aquello Lamela nunca volvió a ser el mismo

    Cuando el asturiano regresó a Avilés contempló un mundo diferente. Iba por la calle y toda la gente torcía el cuello. Entraba en un bar y sólo escuchaba cuchicheos. Y, para colmo, no tenía carnet de conducir y tenía que meterse cada día en un autobús. Lamela sólo tenía 21 años y era muy tímido. Aquello se convirtió en un suplicio. «Lo pasé mal», reconocería años después al recordar aquel ‘boom’. La fama no sólo le maltrató, también le dio un jugoso contrato con una empresa de telefonía por una cifra inusual para el atletismo y, sobre todo, para un saltador.

    Como casi siempre sucede en el atletismo, Lamela llegó a este deporte por casualidad. El origen podría fijarse en la playa de Xagó, donde su padre propuso un juego: hizo una raya en la arena y retó a los niños a ver quién llegaba más lejos. El pequeño Yago fue el mejor. Una bendición para él, que dejó para siempre el cross y las carreras largas para centrarse, con Carlos Alonso, su primer entrenador, en los saltos. En su primera competición, con ocho años en el Palacio de Deportes de Oviedo, saltó 3,80 en un concurso para benjamines.

    A los 14 años ya se unió con Juanjo Azpeitia, con quien logró aquellos dos formidable saltos de 8,56. Nunca dejó de progresar. Seis metros con 13 años. Siete con 15. Y los ocho metros, la barrera que diferencia a los buenos del resto, con solo 18 años. A los 21 llegaron esos 8,56 de Maebashi, pero no todo iban a ser alegrías, como iría descubriendo.

    Pasión por los coches

    De su primer bache deportivo salió en Valencia. Allí, junto a Rafa Blanquer, con quien compartía la pasión por los coches, volvió a dejarse crecer la melena, algo que siempre relacionó con su estado de ánimo. Lamela rescató su mejor tono junto a Niurka Montalvo (campeona del mundo), Concha Montaner (campeona del mundo júnior), Glory Alozie (subcampeona olímpica), David Canal (subcampeón de Europa)… Al calor del Mediterráneo recuperó el ánimo. Se compró un descapotable y comenzó a volar por encima de los ocho metros. En 2003 terminó con un salto de 8,53 que era la mejor marca mundial del año. Llegó otra plata en un Mundial indoor (Birmingham) y un bronce al aire libre (París).

    Los Juegos Olímpicos de Atenas parecían estar esperándole. Pero entonces su tendón de Aquiles dijo basta. Su pierna de batida no soportaba muchos más impactos y eso arruinó su competición. Intentó recuperar el tiempo perdido pasando por el quirófano del gurú de los tendones, el finlandés Sakari Orava, pero el avilesino ya no levantó cabeza. Rafa Blanquer se quedó destrozado al conocer la muerte de su pupilo. «Estoy muy mal. No me lo puedo creer. Hacía tiempo que no hablábamos, pero algunos atletas me habían dicho que estaba bien. Era un ser entrañable. De nuestra época juntos recuerdo que era un tipo muy particular, que había que saber llevar, pero encantador». Blanquer ya se había dado un gran susto en 2005, cuando Lamela se estampó en el kilómetro 190 de la A-3 y su coche quedó destrozado. Entonces dijo que le salvó su fortaleza, su cuerpo de atleta.

    Aún le quedó un intento de volver al atletismo, pero se quedó en nada y en marzo de 2009 lo dejó. Se fue como lo hizo siempre, sin decir adiós. A partir de ese momento se enfrentó a un nuevo abismo. Yago dejó de ser la estrella de la pista, el atleta con aura de divo que maravilló al público, y acabó metido en una burbuja. Hasta tres veces intentó acabar la carrera de Informática, incluido un paso por la Universidad de Iowa, en Estados Unidos, pero por aquel entonces las cosas ya siempre se torcían. Nada le salía bien y le costaba encajar los golpes. En 2011, después de una crisis, tuvo que ser ingresado en el Hospital San Agustín de Avilés, pero salió y poco a poco fue rehaciéndose. «Sí, estuve bastante chungo, con una depresión bastante grande, pero me he recuperado muy rápido», declaró. Siguió su vida, aunque con medicación, y hasta se atrevía a dar consejos a quien caía en una depresión como la suya. Hasta que este jueves fue descubierto muerto en el domicilio de sus padres. El atletismo nunca olvidará al genio que desafió a Pedroso.

    Ramon Cid:«Estaba muy ilusionado con nuevos proyectos»

    El seleccionador español de atletismo, Ramón Cid, no salía de su asombro. La noticia de la muerte de Yago Lamela le dejó tocado. «Es un palo», exclamó el guipuzcoano, quien, a pesar de conocer los episodios depresivos del portentoso saltador, creía que estaba totalmente recuperado, ilusionado con un nuevo tramo de la vida. «Había hablado con él hace poco. Me había dicho que iba a ir al curso de entrenadores. Nosotros queríamos volver a integrarlo y contar con él, y Yago está muy predispuesto. Hace diez días hablé con su entrenador, con Juanjo Azpeitia, y me dijo que estaba encantado». El director técnico de la Federación Española trataba de encontrar una explicación, a pesar de que se desconocían las causas de su muerte, pero no conseguía entenderlo. «Habíamos quedado en vernos en julio en Madrid y a mí, la verdad, me hacía mucha ilusión coincidir con Yago Lamela. Es una pena»

    http://www.diariovasco.com/deportes/mas-deportes/201405/08/hallan-muerto-yago-lamela-20140508190949-rc.html

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  15. Cuando Yago era Santi
    QUICO ALSEDO Enviado especial

    Fue en los días de gloria. Yago Lamela caminaba por Avilés cuando un ex profesor suyo en el colegio reconoció con orgullo paternal al flamante campeón. «¡Hombre, Yago, cómo estás!». Un gélido «hola» fue todo lo que recibió. No le fue mejor a un conocido futbolista, que se topó un día por la calle al célebre asturiano volador en la época en que parecía no tener techo. «No me gusta el fútbol», fue la lacónica respuesta antes del mutis.

    Y lo mismo sucedía años después, cuando la cuesta ya iba hacia abajo. Y con víctimas de mayor alcurnia. En una competición nacional, José María Odriozola, sempiterno presidente federativo del atletismo, iba a saludar al ex campeón en plena pista y éste le pedía abruptamente que se apartara: «Perdona, ¿puedes quitarte de ahí, por favor?». Un joven saltador se preparaba. Odriozola estorbaba.

    «No era altivo, era introvertido». Es la frase más escuchada en Asturias estos días acerca del saltador, hallado muerto esta semana en la casa de sus padres, en Avilés. Un chico solitario, mecido en los brazos de un padre de cuajo férreo, y que había sido, así lo cuentan en su colegio hasta los 13 años, un niño claramente inadaptado: «Ya entonces se le intentó ayudar, teníamos un gabinete de orientación psicológica y le veíamos muy cerrado. Pero no hubo forma», desliza un docente. En el San Fernando, no muy lejos de la casa familiar de la calle Severo Ochoa, donde un amigo le encontraría muerto años después, Lamela fue poco más que un niño callado y un protofenómeno deportivo. Entonces no era aún Yago, sino Santi.

    «Fíjate, esto es de quinto de EGB», muestra el anuario, con un orgullo indisimulado, el director. Junto a la foto se lee: «Es todo un campeón en el atletismo», y se cuenta su victoria en los campeonatos de Asturias en los saltos de altura y longitud. «Lo ganaba todo», dice el director, y muestra fotos de sexto y séptimo de EGB: ahí la sonrisa de Santi torna ya en mueca menos alegre.

    En el colegio dolió algo que el director prefiere ocultar: invitaron al campeón a dar una conferencia a los chavales en los días de vino y rosas «y ni siquiera contestó», dice un profesor. «También se le pidió algo para un espacio que tenemos para motivar a los críos: la galería de los campeones. Tenemos una camiseta de Cazorla, un maillot de Samuel Sánchez… No dio nada». Lamela vivía, y murió, a unos 400 metros del colegio.

    La personalidad de su padre pareció marcarle a fuego. «Se desvivió por él», dice Carlos Alonso, su primer entrenador, al que el progenitor, ex futbolista e ingeniero, le llevó al chaval, de 10 años, después de verle saltar como un canguro en la cercana playa de Xagó. «Le construyó un foso en una nave industrial que tenía él. Incluso, cuando entrenábamos en un recinto público, metió dos veces un camión para cambiar la arena del foso, y compró la colchoneta para el salto de altura», dice Alonso. Un padre capaz, cuando el hijo fichó por el Universidad de Oviedo, de llevarle cada día a entrenar en coche, esperar pacientemente y luego devolverlo al hermético hogar familiar, en el que la saga, de origen gallego, se preciaba de que sus coches tenían matrícula de Coruña.
    Demasiada presión

    Alonso también ve sombras en ese férreo vínculo paternofilial: «El padre igual hubo un momento en que le presionó demasiado, quiso que llegara demasiado pronto». Manuel Lamela, un desconocido para sus vecinos durante 39 años en Severo Ochoa -«cuatro décadas aquí y no le conocemos de nada»-, se ganó fama de «hosco» cuando llevó a Yago a entrenar con Juanjo Azpeitia.

    Lo dice el hijo de éste, Ángel, que entrenó con la «bestia» de 1995 a 2000: «Yago acataba lo que decía su padre, que le enseñaba incluso técnica. Y era buen chaval, pero muy cerrado. Un día le dio por venir a entrenar con cascos, pero le dijimos rápido: ‘¡Qué haces, hombre, somos un grupo!’».

    Lamela, un «competidor sobrehumano» que se orientaba al triple salto -«lo que pasa es que pisaba raro y se lesionaba un tobillo, pero en triple habría sido mucho más grande que en longitud»-, era célebre por despistado de puro reconcentrado. «Tenía una empanada… Un día se puso a levantar peso, se equivocó de pesas y se tiró 70 kilos encima. No se rompió la crisma de milagro», cuenta Azpeitia.

    Llegaron los 8,56 metros y el ambiente «se enrareció: la familia pensaba que todos querían aprovecharse de ellos, y no era así». Lamela mutó en icono pop. Contrataron a un asesor de imagen. No funcionó.

    Tras la huida a Madrid, decisión también familiar y «nada acertada» para prácticamente todo su entorno, las lesiones terminaron abocando a Yago a un declive en solitario: «Cuando has serrado los peldaños para subir, bajar es más duro», dice Ángel Azpeitia.

    No como su funeral ayer en Avilés, al que asistieron Marta Domínguez y los preparadores Azpeitia y Rafael Blanquer, entre otros. Calor y verdadera emoción para despedir a Yago Lamela. Que quizás no pudo saltar otras cosas, pero sí los nueve metros de largo que mide, piénsenlo, un autobús.

    http://www.elmundo.es/deportes/2014/05/11/536ef10aca47418f6c8b456c.html

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  16. Emotivo, sincero, dramático… No resulta sencillo encontrar adjetivos que definan los sentimientos que inundaron ayer la iglesia de Santo Tomás de Cantorbery en el funeral de Yago Lamela. No es posible. El féretro fue recibido bajo los acordes, al órgano, de la banda original de la película ‘Carros de fuego’ y despedido con una larga ovación por parte de los cientos de personas que acudieron al templo a dar el último adiós al mejor saltador español y mejor atleta asturiano de todos los tiempos y a apoyar a la desconsolada familia.

    A los entrenadores, amigos, compañeros, directivos de federaciones, atletas veteranos y en activo y políticos se sumaron numerosos avilesinos de a pie. Todos rompieron en aplausos y muchos en lágrimas. También hubo vítores y bravos, como si de un salto se tratara. «Estamos rotos y desconsolados. A Yago le falló el corazón, el mismo que le impulsaba en sus saltos. Dejó de funcionar, sin más, sin tiempo para despedirse y anunciar que se disponía a iniciar su última carrera. Esta la va a a ganar. La meta está en el cielo», señaló el párroco, José Antonio González Montoto.

    Juanjo Azpeitia, el técnico que le llevó hasta los 8,56 metros en el foso de longitud del Campeonato del Mundo de Maebashi (Japón) en 1999, fue uno de los encargados de portar el féretro. Le acompañaban cinco atletas y amigos de Yago Lamela: Manolo Martínez, mítico lanzador de peso, ya retirado, y actual responsable técnico de la modalidad en la Federación Española de Atletismo: Alfonso Álvarez Cuervo, atleta asturiano que en los últimos tiempos compartía entrenamientos con el difunto; el también saltador Rogelio Rivas, con quien tantas horas de entrenamiento compartió; Montxu Miranda, pertiguista y una de las personas más cercanas a Yago Lamela; y el velocista Pedro Pablo Nolet, igualmente amigo personal del difunto, al que por cierto apenas superaba por unas milésimas de segundo en la prueba de 60 metros lisos.

    Además de Azpeitia también acudieron al funeral otros entrenadores que, cada uno en su momento, fueron puliendo la fuerza y la técnica que finalmente catapultaron a Yago Lamela a la elite del atletismo mundial: ‘Pepete’, entrenador de base de la Atlética, Carlos Alonso, del mismo club, en el que se forjó como atleta, y Rafael Blanquer, del Valencia Terra i Mar, club en el que militó durante cinco años.

    Las federaciones de atletismo estuvieron ampliamente representadas, con José Luis de Carlos, director general de la Española, y Adelino Hidalgo, presidente de la Asturiana, al frente de las respectivas delegaciones. También estaba Ramón Cid, director técnico de salto de la Federación Española.

    Marta Domínguez, una de las mejores fondistas españolas de todos los tiempos, también estuvo ayer presente en la iglesia de Santo Tomás de Cantorbery. Liberada ya de las acusaciones, a la postre falsas, de dopaje que han salpicado la recta final de su extensa y laureada trayectoria deportiva y que tanto daño le han hecho, la palentina, visiblemente emocionada, se mantuvo en un segundo plano, lejos de las primeras filas de bancos de la iglesia, en las que los amigos del círculo más próximo a Yago arroparon a la familia: María Mercedes Tobío, madre del atleta fallecido, que apenas podía tenerse en pie, Manuel Lamela, el padre, sus tres hermanos, Mercedes Ana María y Manuel Lamela Tobío, y sus respectivas parejas, Enrique Vázquez, Enrique Muñoz y Rosa María Díaz. El primero, Enrique Vázquez, fue el encargado de leer el viernes en el tanatorio el desgarrador mensaje en el que la familia expresaba su dolor por la muerte de Lamela y su agradecimiento por la cantidad de expresiones de pésame y apoyo recibidas.

    Deportistas

    Irene Alfonso y Alba García, dos atletas de renombre avilesinas más jóvenes que Yago, con el que compartieron entrenamientos y alegrías, el triplista Andrés Capellán o el lanzador de jabalina Íñigo Llamedo también acudieron ayer a la iglesia de Santo Tomás. No solo había atletas: el piragüista Manuel Busto, el ciclista Chechu Rubiera o él arbitro asturiano de fútbol de Primera División César Muñiz eran algunos de ellos.

    También estaban Sergio Villanueva, presidente del Atlética, y Manuel Solís, gerente de la Fundación Deportiva Municipal de Avilés. Y Julia García, representante de Yago Lamela durante su vida deportiva. «Ha sido un mazazo muy fuerte. Yago fue uno de los primeros atletas que depositó su confianza en mí. Era un tipo excepcional. Ha sido un mazazo», señaló.

    Era el sentir general. Ayer no solo se despedía a uno de los mejores atletas españoles de todos los tiempos, también a una persona que una vez roto el hielo, se mostraba afable, sonriente y cercana. El párroco, Montoto, también recordó en su homilía a los cinco jóvenes jugadores de fútbol sala fallecidos en un dramático accidente de tráfico en Extremadura, y despejó cualquier duda sobre las causas del fallecimiento. «A Yago le falló el corazón. La autopsia ha confirmado que fue un infarto», dijo.

    Le falló el jueves en el domicilio familiar, sobre las seis de la tarde. Tenía 36 años, y en julio habría cumplido los 37. Cuando aquel mes de marzo de 1999 voló hasta los 8,56 metros aún tenía 21. Era el inicio de una explosiva carrera saldada con cuatro medallas en Campeonatos del Mundo y truncada por un golpe bajo, en el tendón de Aquiles.

    La lesión surgió en 2004, justo antes de los Juegos de Atenas, y luchó contra ella durante los cinco años siguientes, hasta que en 2009 tiró la toalla. Dos años después caía en una depresión que precisó hospitalización durante seis días en el Hospital San Agustín. Era el inicio de otra dura prueba que Yago estaba camino de superar. La muerte le sorprendió cuando ya había comenzado a dejarse a ver en la pista y en el gimnasio, cuando ya había reencontrado su camino. Su futuro era el atletismo, como entrenador.

    Yago Lamela recibió ayer sepultura en el panteón familiar del cementerio de La Carriona.

    http://www.elcomercio.es/v/20140511/deportes/aviles/musica-ovacion-para-despedir-20140511.html

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  17. AIDA VALCUENDE
    Es cierto que tenía una alta consideración de sí mismo cuando competía en salto de longitud. Tan cierto como que España tenía pocos héroes a los que adorar cuando él se convirtió, en el año 99, en la estrella mediática de todo un país. Y eso, cuanto menos, asusta. El fútbol y la selección no eran la fábrica de sueños que ahora conocemos, tampoco la Fórmula Uno o el ciclismo, sin un ídolo claro tras Indurain y sus cinco Tours. Y en medio de este entuerto va Yago Lamela y vuela hasta los 8,56.
    La imagen que trasciende de él, sin embargo, es la de un ser distante, frío y un poco arrogante. Pero ése no es el único Lamela que existe. Tiene más caras y todas ellas aparecieron en esta entrevista. Su vestimenta moral, ésa que le hacía parecer altivo, se ha pasado de moda. Yago es afable, sonriente, bromista. Pero lo más importante es que se ha deshecho de su timidez, la culpable de esa barrera infranqueable entre el ídolo y el público.

    ¿Cómo es el día a día de Yago Lamela?
    Pues ahora resido en Avilés y me estoy preparando en la UNED, a distancia, donde intento acabar, al fin, la carrera de informática. Y digo ‘al fin’ porque es la tercera vez que la empiezo. No pude terminar antes los estudios porque me dediqué por entero al atletismo. Estoy bastante motivado porque veo que hay muchos campos en el mundo de las computadoras que me interesan mucho. Y como estudié durante dos años en inglés, en Iowa, pues tengo la posibilidad de, cuando termine aquí, irme al extranjero. Mi objetivo ahora mismo es hacer una carrera profesional decente.

    ¿Le gustaría regresar a Estados Unidos quizá?
    Sí, siempre es una posibilidad. Hay varias universidades europeas que también me interesan para hacer un máster. Y la opción de California siempre la he barajado si me aceptan, claro. Intentaré sacar buenas notas para ello.

    Y el deporte, ¿seguirá formando parte de su vida allá donde fije su residencia?
    Aún continúa siéndolo pero a una escala menor. Voy al gimnasio cada día, estoy empezando a correr, y nunca se sabe. Tengo 34 años y a lo mejor, dentro de dos o tres, si veo que estoy corriendo bien, pues quizás me dé por participar en alguna competición de veteranos o algo así. Pero el atletismo tendrá ya un segundo plano.

    ¿Qué recuerdos guarda con especial cariño de su etapa como deportista de élite?
    Mis mejores recuerdos siempre fueron las competiciones en las que mejoraba mi marca cuando estaba en las categorías inferiores. No me importaba ser primero, segundo o tercero, pero sí mejorar mi registro personal. Y cada vez que lo conseguía, era una satisfacción inmensa.

    ¿Es cierto que empezó a practicar sus saltos en la playa?
    Más bien es una historia que cuenta repetidas veces mi padre. Estábamos con otros niños en la playa de Xagó y se le ocurrió hacer un juego con nosotros. Pintó una raya en la arena y esperó a ver quién saltaba más. Es algo típico cuando eres niño, aunque he de confesar que, a día de hoy, todavía me da por hacerlo. Mi padre vio que saltaba bastante. Por aquel entonces estaba haciendo cross, carreras de fondo, y me iba regular. Y en cuanto al salto, se veía que tenía más y mejores cualidades para despuntar. Entonces me metió por ahí, a competir en saltos. Así empecé.

    Y llegó la hora del triple salto antes que la longitud…
    Sí. El pálpito que sintió mi padre lo corroboró Carlos Alonso después, mi primer entrenador en Avilés. Fue él quien me dijo que era mejor que optara por el salto.

    ¿Recuerda su primer vuelo sobre la arena?
    Sí, fue en Oviedo, en el Palacio de los Deportes. Tenía 8 años y salté 3,80 metros en una competición de benjamines (risas).

    Con 13 años ya saltaba seis metros. Con 15, siete, y con 18, superó los ocho…
    Eran todo alegrías. Cada año mejoraba medio metro de marca hasta que, por desgracia, tuvo que llegar el momento en el que la progresión sólo podía ser de diez centímetros, después cinco, y luego ya…

    ¿Y qué explicación tiene una progresión tan meteórica? En su mejor momento llegó a decir que sólo entrenaba dos horas al día.
    El trabajo que te había llevado a estar fenomenal ya estaba hecho. Y lo que quedaba por delante era más bien una labor técnica que otra cosa. Por ese motivo entrenaba sólo una hora y media, más o menos. Pero venía de ensayar cinco, también hay que tenerlo en cuenta. En época de competición, lo que había que hacer era tratar de afinar toda la técnica y entrenamientos muy intensos y muy cortos. Por ese motivo dije que entrenaba poco. No fue por tirarme un farol (risas).

    ¿Qué pasó por su mente cuando saltó 8,56 en Maebashi?
    Yo siempre lo defino como mi salto límite porque afiné todo al cien por cien, y salió. La alegría fue inmensa. Además, sabía que había batido el récord de Europa. Lo había mirado unos días antes para asegurarme en cuánto estaba. Ví que era de 8,49 y pensé que quizás, a lo mejor algún día en mi carrera deportiva, lo conseguiría. Y tan sólo unos días después, llegó. Luego vino Pedroso con su mazo, hizo su mejor marca y acabamos en la posición lógica que era él primero, con 8,62, y yo segundo. Hicimos los dos nuestro récord. Recuerdo que quedábamos por saltar los dos para concluir la final. Yo salté 8,56 y me senté. Pensé que si él no hacía un salto nulo, tal y como estaba de fuerte, me superaría. Y así fue. Lo primero que vi desde mi sitio fue la bandera blanca, y lo que llegaría después, ya me lo había imaginado. Pero la plata estuvo genial.

    Pedroso era su ídolo. Luego se convirtió en rival. ¿Cómo se digiere eso?
    La verdad es que es una auténtica pasada conocer a alguien a quien admiras tanto, pero es difícil explicar lo que se siente. En mi adolescencia, poquitos años antes, me había pasado los días observándole por la televisión y, de repente, me vi en un calentamiento, junto a él, peleando por un campeonato del mundo. Intentaba mirarle con superioridad pese a todo. Y, aunque estaba flipando con lo que me estaba ocurriendo, me repetí a mí mismo que tenía que ganar la competición. Fue un cruce de emociones.

    Y cuando pudo conocer a Pedroso más de cerca. ¿No pudo sacar siquiera un pequeño defecto o continuó siendo un mito?
    No pude porque es un tío genial. Es un crack. Hoy en día tenemos muy buena relación. No hay que negar que existía cierto pique cuando competíamos, pero puramente deportivo. Hemos continuado la amistad ahora que ambos estamos retirados.

    ¿Mantiene algún contacto con atletas de su época?
    Sí, sobre todo a través de facebook, donde se ha creado una red de atletas españoles donde todos nos ponemos un poco al día.

    A partir de su hazaña en Japón la prensa empezó a hablar del ‘Efecto Lamela’. Con él desapareció la palabra intimidad de su vocabulario. ¿Tan mal llevó el hecho de pasar a ser una persona conocida?
    Mal no, fatal. Estaba acostumbrado a ser anónimo. Recuerdo que ni siquiera tenía carnet de conducir y debía coger el autobús para desplazarme a todas partes con el consiguiente riesgo de que te vieran más personas. La gente me decía cosas por la calle y eso me creaba mucha presión y mucha ansiedad. Al principio era incomprensible para mí porque si hubiera sido un futbolista famoso o algo así… pero se trataba del atletismo, de un deporte muy amateur . Traté de manejarlo de la mejor forma posible. Hice lo que pude. Intenté atender a la gente, pero también es verdad que muchas veces me escapé.

    ¿Y qué le decía la gente por la calle?
    Me animaba. Pero yo era muy tímido. Sigo siéndolo, pero mucho menos que antes. Que todo el mundo, de repente, me mirara, me causaba agobio. Me comía un sandwich y tenía cien ojos sobre mí observándome. Lo pasé mal. Quizá haberme sacado el carnet de conducir hubiera sido una buena idea.

    Para mucha gente no resultó una persona cercana. ¿A usted le llegaba esta impresión?
    Entiendo que marcaba mucho las distancias. Pero es que, si no lo hubiera hecho, no lo habría llevado bien. No era una persona excesivamente sociable, por lo que necesitaba mantener una actitud más fría con el público para centrarme más en el deporte. ¿Consecuencia? Di una imagen bastante mala, de chulo, de creído. Soy consciente. Lo entiendo, y fue fallo mío. Tenía que haber gestionado las cosas de otra manera, aunque no tenía ni idea de cómo hacerlo. Tampoco tuve a nadie que me supiera asesorar. Y la gente vio un Yago que no se corresponde con la realidad. Quien me conoce, lo sabe. Lo que más rabia me da de todo esto es que en Asturias también dejé esas impresiones malas. Creo que he cambiado y que los años me han hecho sobrellevar mejor mi timidez.

    ¿Quién era su apoyo en ese momento?
    Tenía un mánager, pero se encargaba más de temas económicos. Y también estaban mis padres, que igualmente se encontraban en shock por todo el revuelo.

    ¿Qué hubiera pasado si el talón de Aquiles hubiera sido más generoso con usted?
    Creo que hice una cosa mal en mi carrera deportiva y fue que me entrenaba por encima de lo que mi cuerpo podía aguantar. Eso me llevó a hacer una carrera muy explosiva pero muy corta. Si hubiese entrenado para conseguir el noventa en lugar del ciento diez por cien habría durado más años en competición. Pero claro, es fácil sacar conclusiones desde la distancia. Cuando tienes 22 años es lógico que vayas a por todas. Tenía que haberme tomado las cosas con más calma.
    Yago Lamela frente a la Iglesia de Sabugo. (AMC)

    Yago Lamela frente a la Iglesia de Sabugo. (AMC)

    ¿Influyó en sus lesiones el hecho de cambiar tantas veces de entrenador?
    El cambio a Rafa Blanquer convirtió el entrenamiento en algo más duro y exigente, pero también es verdad que me hizo pasar de un salto inferior a ocho metros a uno de 8,50 en el año 2003. Yo creo que al final la exigencia del propio deporte y la excesiva exigencia sobre mí mismo fueron más culpables que nadie.

    ¿Saltar 8,56 es producto del trabajo o hay algo de talento natural en ello?
    No soy un portento natural. Lo mío ha sido disciplina y determinación. Yo he visto a gente con mucho más talento natural que yo y se ha quedado en el camino. No estaban tan interesados. Para mí la vida era el salto de longitud. Y nada más. Mi devoción fue lo que me llevó a saltar tanto.

    ¿De qué se siente más orgullo en su etapa como deportista?
    De mi perseverancia. De levantarme varias veces a pesar de que mi talón me decía otra cosa. De empezar tantas veces de cero y resistir. De haber competido dando el máximo de mis posibilidades. El cuerpo puede dar mucho de sí si se tiene disciplina y pienso que, en este sentido, nunca fallé.

    ¿Tuvo algún momento de debilidad?
    No porque me encantaba competir, no así los entrenamientos (risas). La época más dura fue a partir del 2004, cuando pasé por varias operaciones. Veía que mis mejores años transcurrían en medio de lesiones y dolores. Recurrí incluso a la acupuntura…¡y me funcionó! Pude volver a entrenar y mejorar otra vez con Azpeitia y, una semana antes de competir en casa, en una cita tan especial para mí como era el Meeting de Avilés, me machaqué lo tendones en un entrenamiento erróneo. Ahí se acabó todo.

    El atletismo fue el amor de su vida. ¿Qué le apasiona ahora?
    Hago música. Tengo un estudio casero. Y el tema de la ingeniería y las computadoras también me gusta mucho. No es tan emocionante ni tan estimulante como el atletismo, pero bueno.

    ¿Y qué tipo de música le distrae?
    Música electrónica tipo ambient, y también melódica. Intento parecerme, aunque sólo sea un poquito, a mis ídolos que son Jean Michel Jarre o Vangelis.

    ¿Sigue en tratamiento por depresión?
    Sí, pero con mucha menos medicación que al principio. Estoy bien. Me había quemado del todo. Tuve que asimilar demasiados fracasos y hubo un momento que todas las circunstancias que me rodeaban eran negativas, y me hundí. Nunca pensé que me pasaría a mí. Pero la mente tiene sus límites. Cuando las cosas no salen como quiero me agobio mucho. Y supongo que yo soy como el resto de los mortales, que también puedo padecer depresión. Mi vida era la competición y, cuando eso se acabó, me quedé vacío. Y tuve que empezar a salir de mi burbuja, del pequeño mundo que me había formado, y restablecer las relaciones con mi familia y con mis amigos. No es que fueran malas. Simplemente me había aislado demasiado.

    ¿Viajar sigue siendo un buen método para evadirse?
    Uno de los mejores. Me encanta viajar. Era otra de las cosas buenas que me ofrecía el atletismo. Tengo que recuperar más la costumbre de coger el coche y emprender camino allá donde me acojan mis amigos. En cuanto acabe los exámenes, no tardaré en hacerlo. Recuerdo que me encantó Sydney, los australianos, y Japón, por la diferencia cultural. Son sitios a los que me gustaría regresar. Cuando haya dinero, tal vez. Todavía tengo unos ahorrillos de mi etapa como deportista pero…¡hay que ser responsable y guardarlos para el máster! ¿Y la lectura? También me gusta mucho. Leo sobre todo ensayos, no tanto novelas u otro tipo de géneros. Ahora mismo estoy estudiando electromagnetismo en la universidad y me han pasado un libro que fue escrito en 1910 sobre la historia de la electricidad que tiene una visión de la época muy curiosa sobre el tema.

    ¿Qué va a pasar con el atletismo español? ¿Saldrá de sus horas bajas?
    Hay que creérselo más. Es el gran problema que siempre hemos tenido y que seguimos teniendo. El atletismo es un deporte accesible para la gente. No hay más que lanzarse a correr, a saltar, a lanzar. Exige una inversión de tiempo pero no un derroche de medios. Y son muchos los que los practican y hay gente muy buena. España parece que va siempre pidiendo permiso para entrar en la lucha por las medallas. Y lo que tiene que hacer es entrar de frente, sin titubeos, sin preguntar.

    http://www.asturiashoy.es/2014/05/yago-lamela-me-queme/

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  18. Yago Lamela: «Ví que no había forma de volver y me quedé sin metas»

    El atleta Yago Lamela relató su experiencia en el programa de Antena 3 tras pasar por la unidad de psiquiatría del Hospital San Agustín de Avilés.

    http://www.antena3.com/noticias/deportes/yago-lamela-que-habia-formar-volver-quede-metas_2011061500079.html

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  19. Rubén García | Madrid | Actualizado el 10/06/2011 a las 18:33 horas

    Yago Lamela, el exsaltador de longitud y tres veces subcampeón del mundo de esta disciplina, ha atendido a las cámaras de Antena 3 y ha repasado la difícil situación que atraviesa tras haber sido ingresado en la unidad de psiquiatría del Hospital San Agustín de Avilés. Lamela es consciente de que ha estado «en el abismo».

    «He estado en el abismo, no al borde de él», reconoce Lamela, quien asegura que a los atletas a veces les «faltan apoyos, nos sentimos abandonados cuando nos retiraramos».

    El propio Lamela asegura que él mismo tuvo una profunda crisis cuando entrenaba y no lograba mejorar sus resultados. Añade que una serie de circustancias y problemas personales le han llevado a pensar en situaciones extremas, pero que gracias al tratamiento y al apoyo de muchos amigos, conocidos y familiares luchará por seguir adelante.

    http://www.antena3.com/noticias/deportes/futbol/lamela-estado-abismo_2011061000187.html

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  20. Manolo Martínez escribe una emotiva carta a Yago Lamela

    El excapitán de la selección española de atletismo y actual responsable de lanzamientos, Manuel Martínez, ha querido dedicar unas líneas en sui perfil de Facebook a Yago Lamela con una emotiva carta, reproducida a continuación:

    «Quiero hoy escribirte unas líneas abarrotadas de palabras, como debían haber estado las gradas siempre que saltabas, como debían haber estado los bancos de Canterbory en aquella tarde soleada, abarrotadas de palabras venidas del único sitio que merecen salir, de lo más profundo de mi alma dolorida, de lo más recóndito de mi razón contariada, de lo más brillante de mis recuerdos recuperados.

    Dicen que las luces que iluminan con fuerza se consumen aprisa, puede que sea esa la razón de tu marcha repentina, también puede que fuese esa la razón de tu risa contagiosa. Te has ido como viviste, deprisa, la velocidad ha sido tu razón de ser, nunca olvidare la fuerza de tus pasos, ni la profundidad de tus silencios.

    Quiero hoy hablar de lo bueno, ya bastante malo es perderte, podría quejarme de este país de cainitas y de su doble rasero, pero prefiero gritar que muchos hemos sido alguna vez Yago Lamela Tobio con nuestra melena de mosquetero al viento, saltando por encima de todos los lamentos, suplicando que Iván Pedroso no vuele más que nosotros y finalmente aceptando la plata, como una bendición del cielo, con una sonrisa de oreja a oreja y un abrazo de los sinceros.

    Hasta siempre compañero, ojalá nos veamos en otra vida, en otro mundo, en otro cielo, ojalá te hayas ido satisfecho, por que lo que tú has hecho, otros no lo logran ni en tres vidas partiéndose el pecho, hasta siempre compañero, ojalá nos veamos en otra pista, en otro círculo, en otro cielo.

    Man Martínez».

    http://masdeporte.as.com/masdeporte/2014/05/12/atletismo/1399919376_565659.html

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  21. Yago LAMELA

    *Reproducimos una entrevista publicada por el diario EL MUNDO el 10 de junio de 2011.

    Pregunta.- ¿No estará viendo ahora el atletismo?

    Respuesta.- ¿Había hoy?

    P.- Sí, hoy es el mitin de Oslo. De hecho está a punto de correr Bolt.

    R.- Ah, pues espera, que voy a ponerlo. Lo pude conocer hace un par de años, y es un tipo espectacular.

    Yago Lamela (Avilés, 1977) atiende a este diario al borde de las 10 de la noche, horas después de abandonar la unidad de Psiquiatría del hospital de Avilés, donde ingresó el pasado viernes «peligrosamente deprimido», según confiesa nada más iniciarse la conversación. El teléfono esconde a la persona, que sólo asoma por la voz: idéntica en tono y ritmo a aquella de hace 12 años, cuando era subcampeón del mundo en pista cubierta y había saltado 8,56 metros, una barbaridad que le dio el récord de Europa bajo techo.

    Jodidas enfermedades mentales, terribles por su capacidad para emboscarse donde casi no se ve. Pero los padres de Yago intuyeron que… Le vieron «especialmente tocado». «Más de la cuenta», matiza el ex atleta. Por eso, hace hoy siete días, lo agarraron para llevarlo al hospital.

    P.- ¿Ha sido duro el tratamiento?

    R.- Los tres o cuatro primeros días estuve tomando más cosas y un poco perdido, pero a partir de ahí todo ha ido mejor. Y hoy [por ayer] me soltaron. No me he tenido que escapar. [Risas].

    P.- ¿Cuáles son los próximos pasos a dar en su recuperación?

    R.- Relajarme y controlar cómo voy encontrándome. Fue una crisis… Quizá no grave, pero sí fuerte.

    P.- ¿Con qué intentará ocupar su cabeza para no sufrir recaídas?

    R.- Con los estudios. Retomé Informática el pasado año en Estados Unidos [ya viajó allí en 1997]. Ya estaba en segundo. Lo malo es que ahora tengo que partir de cero, aquí en España, porque no puedo volver allí. Esa es una de las cosas negativas que se me juntaron y por eso he llegado a esto. No sé cómo lo haré ahora con los estudios.

    No quiere entrar demasiado en las interioridades de ese enemigo coral de «varias cosas negativas» que le tumbó en la lona. Resulta evidente, no obstante, que entre los motivos de la depresión ocupa un lugar eminente la imposibilidad para reinventarse tras la retirada.

    P.- ¿Cómo concluyó su proyecto de ser piloto de helicóptero?

    R.- Uf, esa fue otra buena que me pasó. Hice el curso en una empresa que se llamaba Aeromadrid. El caso es que quebró. Entró en concurso de acreedores y al final… Vamos, que todo se fue fastidiando en los últimos tiempos.

    P.- No ha tenido mucha suerte: ni los estudios, ni aquel curso… De los amores, mejor no pregunto, ¿no?, porque me temo lo peor.

    R.- No, mejor no hablar de eso.

    En ese momento del diálogo, la distancia no impide apreciar la negativa del asturiano a avanzar por ese flanco. Tampoco sería cortés intentarlo en exceso en busca de las debilidades del paciente. Exige cierta cortesía el hecho de que acceda a charlar después de lo que ha pasado, con el revuelo mediático alrededor. En ELMUNDO.es, la noticia de su hospitalización fue la más leída durante dos días. Yago no teme el estigma que la sociedad cuelga a veces de quienes sufren temblores mentales. Como si fuesen culpables en lugar de víctimas.

    P.- Decía que sus padres se preocuparon mucho. ¿Y usted?

    R.- Quizá no tanto como ellos. El caso es que me habían ido ocurriendo diferentes cosas desagradables y yo sí veía que había llegado a un punto de esos en los que piensas que la vida no tiene sentido. Entonces, mis padres se asustaron mucho y me llevaron al hospital antes de que hiciese lo que no debía. Estoy mejor, mucho mejor.

    P.- ¿Se encuentra del todo bien?

    R.- Creo que sí. Ha sido un susto. Estoy muchísimo más positivo. Mañana [por hoy] tengo que volver al médico, para la revisión, para explicarles cómo he pasado este primer día fuera. Ha ido bien, y supongo que me darán el alta definitiva.

    Sus problemas no desaparecerán de inmediato. Sus problemas, que no son sólo suyos, sino de muchos otros de su gremio, incapaces de ser competitivos después del deporte. Además, en su caso, varios factores incidieron en la peor dirección. No tuvo una carrera atlética sencilla: deslumbrante en el inicio, su trayectoria estuvo marcada por las lesiones -tres veces se le deshilvanó el tendón de Aquiles- hasta su retirada en 2009, aunque no había vuelto a competir desde 2004. El atletismo, más allá de Bolt, queda lejos.

    «Tengo contacto con algunos atletas, ex compañeros o gente de por aquí cerca. Pero ni siquiera practico mínimamente en serio. Me gusta salir a correr un ratito, no mucho. Cuando paso de 15 minutos de carrera, se convierte en un sufrimiento«. Sonríe Yago, que ha ido moteado de buen humor la conversación. «Hago pesas también», añade, antes de cerrar el catálogo de sus nuevos intereses deportivos con el snowboard y el surf. «Me he apuntado a un curso de surf. Creo que me va a venir bien para despejarme de todo esto, del mal trago. Pero, bueno, ya paso. Eso espero».

    *FUENTE

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  22. El concejal de Foro Asturias en el Ayuntamiento de Avilés Francisco Petit ha solicitado este viernes en el pleno municipal que el complejo deportivo Avilés pase a llevar el nombre de Yago Lamela, fallecido el pasado 8 de mayo a los 36 años de edad. Foro Asturias solicita que el complejo deportivo Avilés lleve el nombre de Yago Lamela Ampliar foto Petit ha apuntado brevemente que Lamela es «el mejor atleta asturiano y saltador español de todos los tiempos. Si no fuera por las lesiones hubiera llegado más lejos», motivos con los que justificó su petición. La alcaldesa de Avilés, Pilar Varela, ha lamentado «la falta de coordinación, porque ya se había abordado en la junta de portavoces». En la misma se decidió esperar un tiempo tras el fallecimiento para valorar algún tipo de nombramiento relacionado con Lamela en la ciudad.

    http://www.20minutos.es/noticia/2140749/0/

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    1. La alcaldesa de Avilés, Pilar Varela, anunció ayer en el Pleno la existencia de un acuerdo de la Junta de Portavoces de homenajear a Yago Lamela. La regidora explicó que aún quedaba decidir si el nombre del atleta se utilizaría para nominar una instalación deportiva o se haría otro tipo de recordatorio.

      De esta manera, respondía a una petición formulada por el edil de Foro Asturias, Francisco Petit. Varela aprovechó para reclamar al concejal «más coordinación» con sus compañeros de grupo y que fuera informado de los acuerdos de los portavoces.

      http://www.elcomercio.es/v/20140517/aviles/pilar-varela-anuncia-homenaje-20140517.html

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